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El Pozo de la Ascensión | Un gran final salva a Sanderson de la maldición de las segundas partes

El Pozo de la Ascensión, la segunda parte de Nacidos de la Bruma de Brandon Sanderson, se queda a años luz del primero, pero el final es tan potente, que ya estoy deseando leer El Héroe de las Eras.  

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Al igual que el primero, el libro empieza lento, muy lento, y me atrevería incluso a decir que le sobran, por lo menos, cien páginas, pero hacia el final cobra un ritmo trepidante: llegan las respuestas, los acontecimientos se precipitan, y las últimas 200 páginas pasan sin que te des cuenta. En esos compases finales Sanderson manipula tus emociones y tus expectativas como le da la gana, alternando sorpresas, revelaciones y momentos épicos, dejándote con una imperiosa necesidad de leer más, de saber qué pasa a continuación. Comandaba los ejércitos de la tierra y los reyes cabalgaban en su ayuda... ay...

Por desgracia, los compases iniciales más lentos quedan algo vacíos en comparación y se echa en falta el espíritu de magia y misticismo que caracterizaba a El Imperio Final: falta esa aura de misterio, esa sensación de estar descubriendo un mundo nuevo y único...
Parte del problema es que, aunque el libro responde cuestiones que quedaron sin resolver en la primera parte -¿qué era la profundidad? ¿de qué los protegía el Lord Legislador?-, lo hace muy tarde, reservándolo todo para el gran final, dejándote con la miel en los labios y más preguntas de las que tenías al principio.
El resto del tiempo se tiene esa sensación de ser más de lo mismo y, aunque Vin descubre nuevos metales, no está ni cerca de ser la experiencia que en El Imperio Final suponía desentrañar todo un nuevo sistema de magia.
Para compensar, descubrimos nuevos detalles sobre los Kandra y los Koloss, y gracias a los capítulos desde el punto de vista de Sazed, nos adentramos en los secretos de la Feruquimia. Estos momentos, aunque pocos y dispersos, son como rayos de luz a través de las brumas.

La historia, sobre el papel, parece muy interesante: juegos políticos, la angustia de un asedio prolongado, la tensión de un impostor infiltrado en la banda, la creciente amenaza de las brumas, un nuevo nacido de la bruma jugando a dos bandas; misterios, secretos, leyendas, misticismo… y sin embargo queda algo insustancial.
Para mí, el problema está en que los personajes se muestran constantemente reactivos, lo que despoja a la acción de gran parte de su inercia y resta impacto a cualquier victoria o derrota. Mientras que en El Imperio Final eran proactivos, tenían un plan (dos, de hecho) desde el principio y trabajaban activamente para alcanzar ese objetivo, aquí no tienen ningún plan, ni ambición a largo plazo, ni nada; meramente reaccionan ante lo que va surgiendo. Solo al final toman la iniciativa, y es entonces cuando la acción se vuelve vertiginosa. 

Los personajes también han cambiado mucho desde el primer libro: Vin es un personaje genial, pero no es Kelsier, y Elend, ¡ay!, mi dulce niño del verano, Elend no es ni una moneda en la faltriquera de Kelsier. Sin Kelsier, todos parecen una sombra de sí mismos: Vin es menos decidida, Brisa menos gracioso, Ham menos filosófico...
Los personajes más interesantes son, con diferencia, aquellos de los que menos sabemos: Sazed, OroSeur y Zane. Marsh, uno de los personajes de los que tenía más ganas de leer tras su transformación, está tan desaparecido como su hermano, y el resto de la banda ya no tiene ese dinamismo de jovial camaradería que tanto me gustaba.

En conclusión, echo de menos a Kelsier. Echo de menos el personaje, sus frases, sus planes, su forma de luchar, la forma en que dinamizaba la banda y al resto de personajes... todo. Sin él, el libro amenaza durante muchas páginas con ser una secuela sin nada que destacar, pero el último tercio es impresionante. Cuando empiezas a ver tú mismo las conexiones entre los acontecimientos del presente y las leyendas de la anticipación de Terris... no digo más, dejo que lo descubráis vosotros.
Cuando iba por la mitad del libro estaba convencido de que pasaría una buena temporada hasta que leyera el tercero... oh, que equivocado estaba. Ayer por la tarde pasé la última página y, de haber tenido El Héroe de las Eras en casa, lo habría empezado ahí mismo.

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