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Sombras de Identidad | Brandon Sanderson | Mistborn #5

La sensación que me ha dejado Sombras de Identidad después de haber leído Aleación de Ley es muy parecida a la que me dejó El Pozo de la Ascensión tras leer El Imperio final: la historia está bien, los personajes están bien, pero gran parte de la novedad se ha perdido. No es que el libro sea malo, de ninguna de las maneras, pero no es tan impresionante.

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Los poderes de Wax, Wayne y Marasi son los mismos que en Aleación de Ley y, sin nacidos de la bruma entre el reparto, no hay posibilidad de introducir nuevos metales o poderes para alterar la dinámica del grupo: Wayne aumenta su velocidad, cambiando disfraces y acentos como el que cambia de camisa, y usando su curación para hacerse el muerto, Marasi ralentiza el tiempo para que otros acudan en su auxilio y Wax vuela por los aires, jugando con su peso mientras dispara y empuja contra todo metal que se cruce en su camino; igual que en Aleación de Ley.
Algo que sí me ha desconcertado un poco con respecto al trío de protagonistas, es que se refieran a Wayne como un muchacho o un niño, cuando Aleación de Ley daba a entender que él y Wax tenían más o menos la misma edad. Igual lo entendí yo mal… no sé; creo que me gusta más su personalidad excéntrica imaginándomelo como adulto que como adolescente.
En cualquier caso, el libro trae de vuelta la hemalurgia al escenario moderno, pero la tercera y más oscura de las artes metálicas no tiene tampoco la capacidad disruptiva que tuvo su introducción en El Héroe de las Eras. Puede que sea toda una vuelta de rosca para quien haya entrado en este mundo con Aleación de Ley, pero para los demás, es una vieja conocida.

La trama también guarda cierta similitud con la de El Pozo de la Ascensión: la ciudad está al borde de la revuelta, el gobierno se desmorona, hay un kandra suelto, y cualquiera podría ser el impostor. Esta es una excelente premisa en una ambientación moderna, escamosamente cercana a la realidad, pero nos suena, ¿verdad?
Siendo ambos libros la segunda parte de sus respectivas trilogías, me cuesta creer que este paralelismo no sea intencional, sobre todo con la cantidad de veces que se especula si el asesino estará tratando de replicar lo que hizo la banda de Kelsier.
Lo mejor del libro son las reminiscencias del pasado y como las dos sagas, con trescientos años entre ellas, encajan entre sí. De Aleación de Ley dije que no era necesario haber leído los libros anteriores para disfrutarlo, pero me temo que eso ya no aplica de la misma forma: hay demasiadas referencias, algunas más obvias, otras flagrantemente dirigidas a despertar la especulación por parte de los fans. ¿Quién es el antepasado mártir de Aradel? ¿El capitán Goradel tal vez? ¿Son Edgar Ladrian y Brisa la misma persona? ¿Quién es Duelo? Ni idea. ¿Y quién es Lady Verdad? ¿Beldre? Allriane no, desde luego… y así.

El final, como viene a ser habitual con Sanderson, es el punto fuerte de la historia; hay un momento en el que la cabecera de los capítulos pasa de tener un único símbolo alomántico a tener dos, y ahí ya sabes que es cuando va a ponerlo todo patas arriba.  
La forma en que se resuelven ambos conflictos es muy elegante y se basa en el ingenio de los protagonistas, no en un repentino aumento de su poder, lo cual es algo que siempre valoraré de forma positiva. Además, las revelaciones finales de Sangradora y Marasi ponen en entredicho tanto lo que sabíamos sobre estos personajes, como lo que creíamos saber sobre el universo. ¿Quién es Trell? Ah… habrá que seguir leyendo.
Me da un poco de rabia que no se haya avanzado nada en la trama con el Grupo y Elegante, pero entiendo que eso está reservado para Brazales de Duelo.

Para no enrollarme más, diré que Sombras de Identidad es buen libro, pero dista de ser el mejor de la serie; cuarta posición para mí, por delante de El Pozo, pero por detrás de Aleación.

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