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Brazales de Duelo | Brandon Sanderson | Mistborn #6

A cuadros me ha dejado, a cuadros... Sombras de Identidad fue un poco decepcionante, pero Brazales de Duelo ha sido una pasada. Me lo he leído en menos de una semana, y algo habrá tenido que ver la cuarentena, pero es que en cuanto el tren se pone en marcha (literalmente), la acción no para. No hay ni un momento de respiro y la cosa no hace sino ir a más, a medida que se va descubriendo secreto tras secreto.

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Este libro es todo lo que no fue Sombras de Identidad: nuevos metales, hemalurgia, tecnología basada en la feruquimia, reliquias del mundo antiguo, dispositivos que cambian la forma en que se usa la alomancia… Las explicaciones se empiezan a volver complicadas, a medida que las artes metálicas se mezclan entre sí y con la tecnología, pero si esto es lo que obtengo a cambio, no me importa pararme de vez en cuando a procesar las nuevas reglas de la “magia”.
Y eso no es ni la mitad de lo que esconde este libro, son solo los medios materiales. En este libro vemos por primera vez a los kandra en acción y todas las maravillas que pueden hacer, Wax se enfrenta finalmente a su tío, aparecen referencias a otros libros del cosmere, descubrimos nuevas civilizaciones y culturas fuera de la cuenca de Elendel y el Scadriel que conocemos, la historia actual se entrelaza aún más con el pasado, y llegamos a un final que lo pone todo patas arriba. Otra vez.

Brazales de Duelo también marca un punto de inflexión para los personajes, especialmente para los tres protagonistas, que emergen al final como personas totalmente distintas de las que fueron al principio, pero yo me quedo con el cambio que ha dado Steris en tres libros, de presentarse como un personaje frío e insufrible, a acabar resultando graciosa y enternecedora.  
El libro tiene tres finales, por así decirlo, uno muy tierno y completamente satisfactorio en el último capítulo, y dos más en el epílogo, uno que genera dudas, sin llegar realmente a decir nada, y otro, que diciendo muy poco, te rompe todos los esquemas.

Empiezo a ver un patrón en las trilogías de Sanderson. El primero presenta el mundo e incorpora un montón de elementos nuevos, el segundo es el más lento, y elabora en el primero, pero sin añadir demasiado, y luego el tercero es una carrera frenética, con un montón de revelaciones, que acaba dejándote con la boca abierta y demostrándote que nada era como creías.
Hubo un momento en el que creí que el libro no me iba a sorprender, porque un par de giros argumentales me los vi venir de largo, pero Sanderson tenía el mazazo guardado para el epílogo. Cinco líneas, ese último párrafo, es cuanto le hace falta para desmontar todo lo que creía saber sobre los acontecimientos de El Imperio Final.

Este libro ha sido una pasada, por todo lo que añade, por la acción frenética y, sobre todo, al igual que el Héroe de las Eras, por como cambia la visión que teníamos de los acontecimientos anteriores. Y lo mejor es que aún nos queda un último capítulo en la saga. Lo malo es que aún no se sabe cuándo va a salir. De momento, me conformaré con leer la mininovela que incluye Arcanum Ilimitado, en la que Sanderson promete resolver algunas de las preguntas con las que nos ha bombardeado en este libro (aunque seguro que para dejarnos con dudas aún mayores).

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