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Reseña | El Espía

Con esto del aislamiento y el no poder salir, estoy buceando mucho en el catálogo de Netflix, tratando de encontrar algo nuevo y digno de ver, y he topado con dos joyas ocultas que quería compartir con vosotros, mis lectores. La segunda miniserie de la que os quería hablar es El Espía.
Francamente, con Sacha Baron Cohen por protagonista esperaba algún tipo de producción chorra al estilo de El Dictador, pero esta serie demuestra que puede hacer otros papeles, y muy bien.


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La premisa es simple: años 60, un ciudadano israelí es reclutado y entrenado para hacer de espía en Siria. Basada en hechos reales, todos sabemos como acaba la cosa, y como la serie sabe que lo sabemos, nos lo muestra desde el principio, sin tapujos. Pensaba que eso iba a arruinar la experiencia, pero nada más lejos de la realidad.
El primer capítulo empieza algo lento, mostrando la vida cotidiana del protagonista, cómo le reclutan, su entrenamiento, su primera misión… pero poco a poco va ganando ritmo a medida que vemos cómo se las va apañando para engañar a unos y otros.
El drama y la tensión no vienen de saber si le van a pillar, cómo o por qué, sino al ver como su personalidad se va fracturando, hasta el punto de no saber quién es él y quién es el personaje. Hay un punto muy duro en el que vuelve a casa y dice que siente como si estuviera haciendo de sí mismo. Todo ello acentuado por las penurias de su esposa, sola durante meses y meses en casa, y la constante culpabilidad de su jefe.

Algo que me ha impresionado más allá de la actuación de Cohen en un papel serio o la tensión que consiguen transmitir pese a saber de antemano el final, es la calidad de la producción. Es impresionante.
Cada vez que alguien escribe un telegrama, el código morse y luego las letras toman forma en pantalla; cada vez que un personaje coge un periódico o una nota, el mensaje aparece escrito a mano en la pared que tiene detrás.
Además, se juega mucho con los paralelismos, entre la vida de Eli y la de su mujer, entre las dos vidas de Eli, entre él y su hermano… Hay varias escenas en las que dos personajes están haciendo lo mismo en extremos opuestos de la frontera, y la producción sitúa a cada uno en un extremo de la pantalla, fundiendo las imágenes en una sola de forma que se estén mirando a la cara pese a estar completamente solos. Hay que verlo para entender lo fantástico del resultado y lo mucho que se logra transmitir con un mero efecto visual.
Lo único que no me ha gustado es el filtro que ponen a todas las imágenes de Israel, con un blanco casi quemado y los colores difuminados a tonos de gris. Entiendo que pretende separar escenas de ambos mundos, y en ese sentido funciona, pero se hace algo raro al ojo.

En cualquier caso, una serie muy recomendable. Si el primer capítulo os parece lento, perseverad, a mí también me lo pareció. La cosa mejora órdenes de magnitud en cuanto empieza la infiltración. Eso sí, os advierto que el final es duro, pero merece la pena verla.

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