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Reseña | Escape Puzzle: El Templo

Este el tercero que jugamos de estos híbridos que Ravensburger ha creado uniendo un puzle y un Escape Room, y es con diferencia el más fácil de ellos. 


Si no conoces la serie, que tendrá ya más de 10 entregas, no temas, que te lo voy a explicar en un periquete.
Primero tienes que hacer un puzle, con la dificultad añadida de que la escena no es exactamente como la que se muestra en la caja porque algunas cosas están cambiadas de sitio, y las piezas de los bordes, que tienen números aparentemente aleatorios pintados, encajan todas con casi todas.
Una vez lo tienes montado, tienes que identificar distintos puzles y acertijos ocultos en el dibujo, cuyo resultado te dará un número que te conducirá a una de las piezas del borde. Y hasta ahí puedo leer. Lo que hay que hacer luego con esas piezas tienes que descubrirlo tú.

En este caso el puzle fue lo más difícil. Hay muchas zonas en tonalidades marrones y muchas plantas que para nada son triviales de distinguir. Una vez montado, queda bastante mono, con todo el colorido de los bordes, aunque el centro resulta un poco oscuro y monocromático. 
Hay ocho puzles que resolver en esta entrega y siete de ellos son vergonzosamente sencillos. Creo que los sacamos en menos de veinte minutos. El octavo no es que sea más difícil que los otros, de hecho es bastante obvio lo que tienes que hacer, pero está en una zona tan oscura, tan pequeño y con tanto solape con las intersecciones de las piezas, que no hay forma de ver nada. 
Lo peor es que esta vez las piezas de la solución no están muy bien disimuladas a lo largo de los bordes, y ya cuando vas haciendo el puzle, sabes cuáles tienes que buscar. Una pena... 

En resumen, más allá de hacer el puzle, no nos dio ni un rato. El peor de los tres que hemos hecho de largo. 

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