Decidí leer este libro a raíz del vistazo que Amazon deja ver de las primeras páginas. El prólogo planteaba conceptos más que interesantes: magia en la poesía, guerras que se libran en bibliotecas, con plumas por espadas y tinta en lugar de sangre. Y el primer capítulo también tenía un aura de misterio y conspiración que me atrajo muchísimo. Realmente quería que me gustara este libro, de verdad que quería que me gustara, pero no ha podido ser.
Ni siquiera tengo claro si el libro es para niños o para jóvenes adultos. La simplicidad de la trama y la prosa apuntan con enormes flechas a lo primero, pero la extensión engaña y hace esperar algo más maduro.
También me inclino a pensar que el autor lo escribió cuando era un adolescente. El mundo, la historia, los personajes, todo está idealizado y simplificado hasta su máximo exponente. Nadie es gris o tiene una moralidad conflictiva: los buenos son buenísimos, los malos son malísimos, y los grupos de personas se comportan de forma monolítica, todos con idéntica opinión y visiones. Todo paisaje es portentoso, magnífico, inimaginable, desmesurado… y los acontecimientos ocurren de pronto, en un supino ejercicio de improbable simultaneidad. Este libro tiene más puertas que se abren de par en par en el momento oportuno que todas las demás páginas apiladas en mis estanterías.
Lo cierto es que el prólogo y el primer capítulo extienden cheques que luego la historia no puede pagar. La trama es bastante sosa y, debo decir, muy predecible. Casi medio libro tratando de averiguar qué significa la poesía… Adhárel, tío, colega, que yo lo sabía desde la primera página, céntrate.
De vez en cuando hay algún capítulo que te sorprende, como al final del primer acto, y parece que el libro va a dar un giro hacia algo más serio, pero no, al capítulo siguiente tienes a Duna siendo Duna.
Además, el libro tiene tantas inconsistencias, sinsentidos, «cómos» y «por qués» que quedan sin respuesta, que he perdido la cuenta; como cuando en un mismo capítulo Duna está diciendo que debería haber escuelas, luego explica que pese a no haberlas todos saben leer y escribir y, acto seguido, dice que le enseñaron la poesía en la escuela. A ver, que venga un editor de Montena por aquí, porque hay algo no encaja.
Lo que sí me ha gustado, y quiero creer que es el principal atractivo del libro, es la forma en que toma influencia e incorpora múltiples referencias de cuentos populares y de la mitología clásica. Rapunzel, la Cenicienta, la Bella Durmiente, la Bella y la Bestia, las musas, la moira Cloto, incluso… ¿Los tres bandidos del bosque son un guiño a los trolls de el Hobbit?
En ese sentido, tomando el libro como un cuento de quinientas páginas, la temática encaja muy bien con las descripciones hiperbólicas, la trama simplista y los villanos de opereta. La sensación de un mundo mágico, cercano, agradable, como el de los cuentos para niños, está patente en cada página. Puede que no haga una historia tan interesante como me gustaría, pero hay que reconocer que es algo bonito de leer, todo palabras amables y reacciones enfatizadas.
Historia aparte, mis principales problemas con el libro son dos:
El primero son Duna y Adhárel. Tan buenos, tan virtuosos, tan correctos, tan carentes de defectos más allá de una inocencia que ronda la estupidez... tan condenadamente aburridos. Menuda pareja de protagonistas… no hay nada interesante en ellos, ningún secreto que quiera resolver, nada. ¿Por qué no podían ser los protagonistas Sirgeric y Dimitri? Al menos son personajes relativamente divididos, y a través de ellos podría explorarse mejor la discriminación de los Sentomentalistas. ¿Todo para meter una historia de amor? Bah…
Que, por cierto, los Sentomentalistas son, sin lugar a dudas, los X-men. Arax es Magneto y Zenion es Xavier. Y ese nombre, ¿va a significar algo? ¿o es como los autores que no quieren decir que su libro es de zombies y los llaman caminantes o infectados?
Mi segunda pega es la acción al final del segundo acto. Me tiraba de los pelos. Que una chica que nunca ha cogido una espada pueda, no solo sobrevivir, sino vencer a soldados entrenados y completamente equipados es ridícula, pero más ridículo es el tiempo que tarda todo el mundo aquí en dar el golpe de gracia. La cantidad de tiempo que hay para que los personajes hablen entre sí o hagan sus pinitos, pese a tener veinte lanzas apuntando al pecho es, pues eso, ridícula.
Y el uso de la electricidad… entiendo que el autor no es ingeniero, pero igual que se ha documentado para las referencias a cuentos y mitología, pues un mínimo. Decir que usan lentes para canalizar la electricidad como si fuera luz me chirría, y si vas a usar el término turbina, deberías como mínimo mirar a ver qué es, porque el objeto que describes es una bomba o como mucho un compresor, nunca una turbina.
Y, para concluir, otra pregunta. ¿Por qué el libro no termina al final del segundo acto? Si hasta hay un epílogo con lo que ocurre a cada personaje. Y entonces se arranca con un grupo de personajes de los que no hemos oído hablar, lo cual está genial eh, ese es uno de los capítulos buenos, pero enseguida vuelve a Duna y Adharel, que, ahora, por lo visto y sin explicación intermedia, son pareja… Este libro es la unión de dos libros distintos, ¿verdad? ¿Verdad?
En resumidas cuentas, un libro para niños. Incorpora muchas referencias y elementos chulos, y de vez en cuando hay una escena sorprendente, pero en su gran mayoría, hay que tomarlo como un cuento para niños, un cuento demasiado largo para mi gusto, sin moraleja aparente y del que no tengo interés en saber cómo continúa.
Comentario rápido sobre el audiolibro: La chica que lo narra tiene una voz dulce y melosa, ideal para la atmósfera de cuento de hadas, pero en los diálogos su registro de voces se me antoja algo limitado y me cuesta mucho distinguir qué personaje está hablando, especialmente con los hombres adultos, que suenan como niños de ocho años. Además, habla muy despacio para mi gusto. Creo que al 130% de velocidad, la narración tiene una cadencia que yo consideraría normal.
Comentario rápido sobre el audiolibro: La chica que lo narra tiene una voz dulce y melosa, ideal para la atmósfera de cuento de hadas, pero en los diálogos su registro de voces se me antoja algo limitado y me cuesta mucho distinguir qué personaje está hablando, especialmente con los hombres adultos, que suenan como niños de ocho años. Además, habla muy despacio para mi gusto. Creo que al 130% de velocidad, la narración tiene una cadencia que yo consideraría normal.
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