Escrito por mi profesor de química del instituto, Pajarero tiene un cierto significado especial para mí: algunas de las historias que contiene, oídas antes en clase, en viajes, o a la sombra de un pino en el recreo, despiertan buenos recuerdos, libres ya del cuello de un jersey verde de picor insufrible.
Pero no estáis aquí para que os cuente mi vida, sino para saber más sobre el libro.
Antes de que salgáis corriendo, es menester una aclaración: Pajarero no es un libro de pájaros, no solo, al menos; es un libro de viajes y aventuras. De hecho, yo no sé nada de ornitología y he podido disfrutarlo sin ningún problema. Los nombres de los pájaros están en negrita y supongo que habrá quien se sienta tentado de parar y buscarlos en Google, pero también puedes seguir leyendo sin más, y continuar disfrutando de la historia.
En ese sentido y salvando las diferencias, me recuerda a clásicos como Viaje al Centro de la Tierra (Julio Verne), El Mundo Perdido (Conan Doyle) o Las Minas del Rey Salomón (Rider Haggard): detalladas descripción de flora y fauna, un científico cuyo verbo abunda en tecnicismos como protagonista, algo de taxonomía y, lo más importante, las disparatadas peripecias que acontecen en los parajes más inverosímiles. Algunas de ellas, si no supiera de primera mano que son ciertas, me atrevería a creerlas ficción.
Cuando digo disfrutar de la historia, quiero más bien decir de las historias, pues el libro, que comienza realmente cerca de la página 30, es un compendio de anécdotas acontecidas al autor durante sus viajes por todo el planeta. Cada capítulo, acompañado de fotografías en blanco y negro y encabezado por una frase célebre del periplo en cuestión, pega un salto en el tiempo y el espacio, llevándonos por los siete continentes.
Como toda antología, hay relatos mejores y hay relatos peores. Algunos son aburridillos, otros son más tensos. Personalmente me quedo con los que me han hecho reír hasta el punto que no me salían las palabras. ¿Sabéis esa risa floja que hace que se te salten las lágrimas y te duela el abdomen? ¿Esa que tratas de explicar entre estertores de risa y solo consigues que te miren extrañados? Esa.
El autor emplea de forma casi constante un tono mordaz y sarcástico que me encanta. Hay frases en Pajarero que me han parecido auténticas joyas, pero debo advertir que abundan las frases largas y enrevesadas, con las que personalmente no tengo ningún problema, pero que sé de buena tinta que son motivo de rechazo para muchos lectores, así que ahí queda el dato.
Lo que todos los pasajes tienen en común es que, a través de la imaginación y las palabras del autor, he podido transportarme a paisajes de brutal naturaleza virgen que tal vez jamás visité, así como vivir las dificultades de lo que es viajar sin idiomas, sin mapas, sin móviles, sin dinero, sin GPS; cosas que ahora mismo se me antojan impensables.
Eso sí, se echa en falta cierta continuidad. Aunque es ameno y las páginas vuelan, las historias son totalmente independientes y no superan la decena de caras. Hay que entender que esto no es una novela donde todo se ha diseñado al detalle para encajar en un arco narrativo, sino que es tan real como la vida misma. Lo cierto es que el autor ha puesto de su parte para que haya una cierta relación entre las historias, y, sobretodo la segunda parte, me ha tenido intrigado a ver qué pasaba con el viaje a Omán y el escurridizo cárabo de Hume, pero no esperéis la épica de una de caballería para salvar Minas Tirith.
Por último, con respecto a la producción, ha sido una grata sorpresa y al mismo tiempo una gran decepción por lo que podría haber sido y no es. Las fotos son un añadido con el que no contaba y que ayuda a poner en contexto y apreciar la magnificencia de lo que acabas de leer. Sin embargo, habiéndolas visto en color, soy consciente de lo mucho que nos estamos perdiendo. Es una pena, pero a ese tamaño y nivel de saturación, algunas de ellas son poco más que un borrón.
Sinceramente, no se qué posible solución tiene. Imprimir todas las páginas en papel de calidad fotográfica sería una locura de precio, pero meter las fotos en una breve sección de alta calidad en el medio, como hacen algunos autores, solo consigue que me lo salte como si no estuviera ahí. Complicado, pero ey, por pedir… por pedir, pediría también un mapa, que mi geografía no anda tan fina como recordaba.
Conclusión: una agradable lectura que trata de pájaros, pero también de naturaleza, de viajes, de personas y sobre todo, de aventuras. Muchas veces me he dicho que leo fantasía porque me transporta a increíbles mundos que solo tienen cabida en la imaginación de sus autores, pero este libro ha conseguido eso con lugares e historias muy reales; me ha creado el deseo de viajar más, de ver más, de salir al monte estas fiestas cuando suba al pueblo de mis padres, y lo alabo por todo ello.
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