Si seguís un poco este blog, sabréis que hace poco estuve unos días en
Edimburgo, y uno de los guías locales nos recomendó Rey Proscrito, la película
sobre Robert the Bruce, uno de los personajes clave en la historia de Escocia,
así que la vi.
Por lo que he podido investigar -no tengo los conocimientos para hacer
semejante juicio-, la película es mucho más fiel a la historia que Braveheart.
Dato curioso que voy a soltar aquí, Braveheart no fue Wallace, sino Bruce, pero
decidieron que sonaba bien y lo usaron como título de todas formas.
La película es entretenida en sus tramas y antagonismos, la relación entre Robert
y Elizabeth está bien escrita, y se cuenta de una forma clara (y a buen seguro
simplificada) un periodo de la historia del que no tenía ni idea. No deja de
sorprenderme, eso sí, que el único acontecimiento que conocía, la elegante toma
del castillo de Edimburgo, sin una flecha ni una baja, no aparezca en la
película.
Estéticamente no tengo claro que opinar: es innegable que tiene unas tomas
preciosas de la orografía escocesa, y la lluvia de flechas de la batalla de
Methven esta chula, pero la batalla final en Bannockburn es un caos en el que
es difícil ver algo y distinguir qué está pasando. Entiendo lo que los
directores pretenden transmitir con este efecto, el caos y la aprensión de una
batalla real, pero creo que el espectador necesita, en este caso, más claridad,
aunque sea a costa de realismo.
El problema de la peli es que no es Braveheart. No tiene esa naturaleza épica,
esa forma de llegar al espectador a nivel emocional, que te hace inclinarte
hasta el borde del asiento. La única reacción que Rey Proscrito consigue con
cada victoria o derrota es un Ah, vale o un Oh, vaya. Es
entretenida de ver por conocer la historia, pero nada más. Como peli de acción,
aventuras o caballería, queda un poco floja.
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