Después de 12 años -se
dice pronto-, anoche vi el último capítulo de Big Bang Theory, y que final más
satisfactorio.
Mi relación con Big Bang Theory a lo largo de los años ha sido, como mínimo, errática. Supongo que es algo inevitable con una serie tan larga. Empecé viéndola esporádicamente
mientras comía, me vi unas cuantas temporadas, la tuve abandonada un tiempo, y
ese ciclo se ha ido repitiendo hasta el final: un puñado de capítulos en un par
de días, y varios meses sin verla.
Es innegable que ha tenido sus altibajos, es imposible mantener el nivel
durante 12 años, pero la serie nunca ha dejado de divertirme y sorprenderme. En
esta última temporada ha tenido grandes momentos, y el final es uno de ellos.
No quiero entrar en el terreno del spoiler, así que sólo diré que el
discurso de Sheldon al final casi me hizo llorar, y eso es algo que jamás creí
que pasaría con una sit-com.
La mayoría de series de este estilo acaba con los personajes distanciándose
a medida que pasan a su vida adulta, se casan, se mudan a otros países, tienen
hijos… es algo inevitable, como la vida misma, pero por satisfactorio que sea el
desenlace, te deja un vacío y un cierto regusto amargo.
Big Bang toma una ruta alternativa, y junto al inevitable desamparo por la serie que termina para siempre, alcanza un clímax emocional que te deja una sensación cálida y enternecedora.
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