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Viento y Verdad (El Archivo de las Tormentas #5) | Brandon Sanderson

¿Por dónde empiezo yo a contaros lo que han supuesto estas 1300 páginas? Después del sabor agridulce que me dejaron algunos de sus proyectos secretos y del chasco de El Metal Perdido, empezaba a temer que Sanderson hubiera perdido la magia. Demasiados libros al año, pensaba. Antes o después se le tenía que acabar la mecha, me decía. ¡Error! Este libro es una pasada. 

Viento Verdad Archivo Tormentas Sanderson

De la trama voy a intentar contar lo menos posible, porque las sorpresas y revelaciones de este libro merecen ser preservadas, y porque si entro al barro esta reseña podría extenderse hasta límites insospechados. De todos modos, si habéis llegado hasta aquí, y habéis leído los cuatro libros anteriores, que bien sumarán sus 4000 paginas, no creo que haga falta que os recuerde quién es Kaladin o el batiburrillo de personalidades que se cuece en la cabeza de Shallan


Lo primero, lo evidente: la novela es larga. Muy larga. ¿Demasiado larga? Yo creo que no, pero roza el límite. Se estructura en diez partes, una por cada día restante hasta el duelo de campeones, y con la acción repartida a lo ancho de múltiples frentes y una larga lista de personajes aportando su punto de vista, además de ser un libro largo —1300 páginas nos contemplan—, es un libro lento. 

De nuevo, si habéis llegado hasta aquí, esto no debería pillaros por sorpresa. Ya sabéis cómo suele estructurar Sanderson sus libros, con ese devenir a pasos diminutos y una avalancha final de infarto. 

A mí me ha parecido que se lee sin querer y en prácticamente todos los capítulos he encontrado algo capaz de cautivar mi atención e inducirme a leer el siguiente. De hecho he tenido que forzarme a parar y leer otras cosas en paralelo, para no adelantarme al ritmo del grupo de lectura.

Dicho lo cual, en ese mismo grupo, ha habido a quien los días centrales se le han hecho un poco bola, y creo que ha sido porque están más interesados en este mundo y estos personajes, y no tanto en el Cosmere, los entresijos de la magia, las esquirlas de poder y demás.


De los personajes, uno de los que más he disfrutado este libro ha sido Adolintanto de su evolución a título personal, como de su relación con Maya y Yanagawn. Además las batallas con esquirladas y tropas normales, sin magia o radiantes, te llevan de vuelta a recuerdos del primer libro en un gratificante círculo. 

Szeth, por el contario, ha sido la piedra en el metafórico zapato de mi lectura. Tener flashbacks desde su punto de vista, visitar Shinovar y saber qué fue lo que condujo a su exilio son cosas que llevaba esperando mucho tiempo. Pero sus dilemas morales, al ser los mismos en ambas líneas temporales, presente y pasado, dan la impresión de que el personaje no avanza y que su discurso no es sino un disco rallado. Y lo mismo pasa con sus escenas de acción. Sus duelos y habilidades, tan vistosos e impresionantes en el primer libro, ahora son uno más entre decenas de radiantes. 

Es curioso cómo ha cambiado mi apreciación por estos dos personajes desde el primer libro. 


Y hablando de peleas y habilidades, una cosa que me ha llamado la atención es el poco uso que se hace en las escenas de acción de cosas como que ahora tengan antiluz y se pueda atacar al radiante y/o a su spren, o que Shallan tenga dos sprens y por tanto pueda convocar dos espadas. 

De hecho, ahora que lo pienso, pese a estar ante el final de los finales, en general las escenas de acción y las peleas son casi las menos. Es un libro mucho más reflexivo, más personal, donde sí, los personajes viven batallas, pero el foco no está en la acción en sí. Es más importante cómo esto les afecta, o las decisiones que toman, o lo que descubren sobre sí mismos, que la forma específica en que blanden la espada o empuñan la lanza. 

Lo cual creo que ha sido una decisión muy inteligente por parte de Sanderson, para llevar nuestra atención a lo verdaderamente importante y hacer que los enfrentamientos que leemos tengan su impacto, en lugar de quedar perdidos en un batiburrillo de acción sin pausa. He leído otras sagas donde la batalla final se alarga, y se alarga... y es todo acción desesperada seguida de acción desesperada, y eso al final como lector te agota.


Otra decisión que me ha parecido ya no inteligente, sino brillante, y que es un recurso que no había visto antes, es el uso de visiones en lugar de flashbacks para mostrarnos el pasado. Pero no visiones estáticas en las que vemos el pasado a través de los ojos de un personaje del presente. Eso sería un flashback disfrazado. 

No, estoy hablando de visiones en las que los personajes del presente interpretan a los personajes del pasado, tratan de manipular la escena, tienen que desenmascararse entre sí, como si fuera un juego de deducción social. Es difícil de imaginar, pero el resultado es fantástico, porque estás descubriendo cosas del pasado y obteniendo información nueva, pero sin tener que dejar de lado a los personajes o conflictos del presente, que continúan dentro de la visión. Buenísimo. No tengo palabras para expresar lo genial que es este recurso. Espero que se la roben y que me harte de verla, porque ahora no quiero volver a leer ningún flashback genérico más. 


Pero basta de preámbulos. Vamos al quid de la cuestión. El final. Sin desvelar nada, ¿es satisfactorio? Porque en un final de saga —o en un final de primer arco de saga— eso es lo importante. El final. No qué recursos usa el autor, o qué personaje me ha gustado más o menos.

Para mí, el "final" empieza en el día ocho, que es cuando empiezan a acumularse los giros y revelaciones. Asistimos a la creación de los Heraldos, a la muerte de Odio, al abandono de los Juramentos Radiantes, al exilio de Szeth... ¿Cuánto tiempo llevábamos deseando saber más de todas estas cosas? Incluso hay dos capítulos dedicados a la boda de Shallan, que no pudimos ver en su día, aparentemente sin motivo, y ahora sabemos porqué.

La cantidad de información nueva en esta octava parte no tiene parangón. Y a partir de ahí, la bola de nieve ha cogido inercia, y es que ya no para. Hay momentos que en una frase te deja con la boca abierta, y que aún son superados cuando llega la explicación un par de capítulos más tarde. 

Es un final satisfactorio, tanto por lo que sorprende y te pilla completamente a contrapié, como por lo que ya sospechabas y puedes puedes sonreír satisfecho de haberlo visto venir. Pero sobre todo, es un final satisfactorio por lo bien atado que esta todo, haciendo uso de elementos aparentemente sin importancia, introducidos en capítulos anteriores, o cerrando círculos hasta momentos dramáticos dos o tres libros atrás. 

¿Hay que tener muchas cosas en la cabeza para disfrutar plenamente del libro y su final? Sin duda. Yo hace ya dos libros que llevo una libreta de apuntes porque ante una saga de estas dimensiones, la memoria ya no es suficiente. Pero aún así, aunque haya cosas que se te escapen, y a mí alguna se me habrá escapado, es un pedazo de final. 

Eso sí, al ser el final del primer arco y empezar ahora la fase espacial del Cosmere, con cuatro o cinco libros de otras sagas que en teoría van entre este y el sexto de El Archivo de las Tormentas, yo esperaba que cerrara más cosas. Entendía que algunas tendrían que quedar abiertas, pero esperaba más componente de "fin" que de "continuará". 

Pues no, es un 90% continuará. Hay otra genialidad de recurso ahí al final, que no voy a desvelar, pero que va a permitir a Sanderson meter los libros que necesite en el Cosmere entre el primer y segundo arco de la saga, y luego volver a Roshar con los mismos personajes. 

Que bien, porque quiero volver a estos personajes. Pero a ver qué hacemos hasta 2031 que salga el siguiente... Viaje antes que destino, supongo. 


Comentarios

  1. No habia notado el "circulo" referente al uso de espadas/armadura radiante hacia soldados comunes nuevamente. Buen punto y bonito giro hacia el primer libro

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