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A Song for Arbonne | Guy Gavriel Kay

Con mínimos elementos de fantasía, A Song for Arbonne es, en esencia, una novela de caballería, guerra e intriga política, cargada de sutileza, seducción y tragedia. Todo esto en un mundo dominado por la música de trovadores y juglares. Bucólicos artistas que recorren los castillos, cantando las alabanzas de toda mujer noble, y no en vano, pues son en muchas ocasiones correspondidos, hasta el punto de que el hecho de que un trovador seduzca a la esposa, confiere al marido un cierto estatus.  

El reino tiene incluso dos cortes, una más tradicional, con el monarca al frente, que rige la política externa e interna del país; y la corte del amor, con su propia reina, que dirime en materias tales como infidelidad, seducción, decencia y duelos de honor.

La trama arranca con un triple adulterio en los dos primeros capítulos, atrapando al lector entre sus garras, y a partir de ahí no hace sino irse complicando. No puedo ni empezar a explicar la cantidad de intrigas, traiciones, alianzas, amores, desamores, disgustos, dudosas lealtades y complejas relaciones que habitan las páginas de este libro. Incluso si estuviera dispuesto a destripar aquí toda la trama, cosa que no voy a hacer, me costaría desgranar todo el entresijo de vidas y destinos que conforman la historia. Es la epítome de la expresión «extrañas circunstancias hacen extraños compañeros de cama».

Y la batalla final es un absoluto carrusel de emociones en dos capítulos. Iba escuchando el audiolibro en el coche, llegué a donde tenía que ir y no me pude bajar. No me quedó más remedio que apagar el motor, cerrar los ojos y quedarme sentadito donde estaba, hasta ver qué ocurría. Es una historia autoconclusiva, con un final plenamente satisfactorio, que aun así me hace desear que existiera una segunda parte, para saber qué es de la vida de estos personajes tras la catarsis de las últimas páginas, con sus muertes, sus venganzas y todos los secretos que salen a la luz. 

Y esa sensación me encanta. 

Song Arbonne Guy Gavriel Kay


En la actual saturación de romantasy que vive la literatura fantástica, no sabéis cuánto se agradece leer un libro en el que el romance, la pasión y el sexo contribuyen activamente a la trama, y no son un fin en sí mismos o una mera excusa para justificar la existencia de las exiguas páginas que acompañan a la escena en sí. 

Quizá el personaje de Lisseut juega un papel más tangencial en la historia, más una espectadora que alguien que dé forma a los acontecimientos, pero ni siquiera eso puedo sostenerlo como crítica, porque lo que no contribuye al desarrollo de la trama, lo aporta en tono y ambientación, abriéndonos la puerta desde dentro al embriagador mundo de bardos, juglares y músicos itinerantes. Y es que este es un punto muy importante de la novela: su tono hechizante y esa prosa poética, cargada de musicalidad tan característica del autor, que te dé la sensación de estar escuchando la historia contada por un trovador, en una taberna, ya cayendo la noche, mientras el último leño arde en la chimenea y una cerveza se mece entre tus dedos.  

Es un libro fantástico y me ha encantado. No es fácil de encontrar, lo admito, y creo que no se ha publicado en español, lo cual es un crimen, pero no importa, porque recomiendo encarecidamente escuchar el audiolibro en versión original, para poder disfrutar de las canciones y poemas cantados, ya sea a capella o con música de laúd, y como estos te transportan a las páginas del libro.

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