Skyward (traducido fatal al español como Escuadrón) es un libro muy diferente de a lo que Sanderson nos tiene acostumbrados, y no solo porque sea de Ciencia Ficción, sino porque está narrado en primera persona, con un único punto de vista y un personaje más juvenil.
El libro es entretenido en gran medida porque Spensa es un personaje genial: es respondona, agresiva, impulsiva y propensa a la confrontación (al menos al principio), cualidades que normalmente asociamos al rival en una novela juvenil, pero que en este caso se atribuyen a nuestra protagonista. Curiosamente, esas mismas cualidades hacen de ella un personaje entrañable, casi tierno en sus bravatas, y con el que se puede simpatizar, porque bajo toda esa bravuconería, es una chica divertida, insegura, socialmente inadaptada, y con una imaginación exuberante y una predisposición por lo novelesco y grandilocuente; cualidades, estas últimas, que hacen de ella una gran narradora.
Dicho lo cual, la primera mitad del libro puede hacerse algo lenta; no deja de ser la historia de una chica que, lastrada por una sociedad que la considera una ciudadana de segunda, hace lo indecible para progresar en su carrera, limpiar el nombre de su familia y alcanzar el sueño de su padre. Añade todas las maniobras de vuelo, sistemas de propulsión y armamento que quieras, pero no es muy diferente de una historia de primer año en la universidad.
Eso es, claro, hasta que empiezas ver el verdadero fondo ideológico de la novela y las lecciones que esta pretende transmitir al público más joven (y no tan joven) a través de una historia de aventuras espaciales. Hay un fuerte mensaje de autodeterminación y libre albedrío, que nos invita a evitar vivir en la sombra de nuestros padres y encontrar nuestro propio camino. Se incentiva constantemente el pensamiento crítico, el no aceptar ciegamente las cosas que nos dicen sin hacer las preguntas difíciles, y la crítica a las injusticias sociales de una sociedad clasista y militarista también está patente en gran parte del libro.
De hecho y para mi sorpresa, el libro no se centra tanto en la acción como yo habría esperado, sino que hace mucho más énfasis en los personajes, en sus emociones y en como les afecta el conflicto en el que se ha convertido su vida. Los momentos de calma antes de la tormenta, como la escena del restaurante o el abrazo en el hangar, son algunos de los fragmentos más enternecedores entre mis lecturas recientes.
Por supuesto, como viene siendo habitual con Sanderson, la trama coge ritmo hacia el último tercio, cuando los secretos empiezan a salir a la luz y como lector puedes empezar a encajar las piezas. La acción también aumenta y las emociones de los personajes alcanzan su punto álgido.
Si has estado prestando atención a las pistas que te deja caer el libro, lo que va a ocurrir a continuación es siempre bastante previsible, pero no por ello menos trepidante. Ese momento, en la hora más aciaga, en el que Spensa conecta la radio y dice “Aquí Skyward 10”, aún me pone los pelos de punta.
Historia aparte, hay dos cosas que el libro hace muy, pero que muy bien.
La primera, aprovechando esas páginas iniciales más lentas, es crear un marco innovador para los combates aéreos. Los destructores, que serían las ametralladoras o cañones láser en cualquier otro universo, son prácticamente inútiles en este mundo, por lo que los pilotos emplean armas electromagnéticas de cortísimo alcance y doble filo, e irrompibles cables de remolque con los que intenta hacer colisionar a sus enemigos.
Las refriegas tienen ese estilo de combate con piruetas tan característico Sanderson, como el de los Nacidos de la Bruma o los Corredores del Viento, pero con cazas en lugar de personas. Recuerda un poco a la batalla de Hoth y, siendo el Imperio Contraataca una de mis películas favoritas, no hace falta que diga mucho más.
El otro aspecto que me ha sorprendido gratamente son los personajes. Cuando en el primer día de clases se introducen ocho personajes nuevos en menos de dos páginas, temía que, a la larga, fueran a ser genéricos, carentes de importancia o, peor aún, que yo no fuera a ser capaz de diferenciarlos. Todo lo contrario: cada uno de ellos tiene una personalidad compleja, con varias capas de profundidad, más allá de "el listo", "el capullo" o "la guapa", y, ya sea breve o extensa, cada uno tiene su historia, su trasfondo y su arco narrativo. Ninguno es mero decorado, puesto solo ahí solo para que Spensa tenga con quién interactuar.
Incluso M-Bot, pese a ser la típica IA, completamente lógica y literal, tiene tanta personalidad como cualquiera de los humanos. El libro, de hecho, gana enteros cuando él entra en escena: no solo es divertido, sino que su calma y racionalidad hacen un contrapunto perfecto para la impulsividad de Spensa.
Los villanos, por supuesto, gozan del mismo nivel de complejidad, y eso me encanta. Judy Ivans puede ser malvada, puede parecer mezquina, pero tiene sus motivos y, cuando se nos hace finalmente partícipes de los mismos, nos damos cuenta de que, quizá, solo quizá, tenga más que buenas razones para hacer lo que hace.
Por si no ha quedado claro aún, el libro me ha gustado mucho. No es tan intenso y movido como me esperaba, pero su tono introspectivo quizá haya hecho que me guste aún más. De Sanderson, me quedo, sin duda, con el corte adulto de sus libros de fantasía, pero de entre sus noveles juveniles, esta es mi saga favorita, y una que espero leer hasta el final.
El libro es entretenido en gran medida porque Spensa es un personaje genial: es respondona, agresiva, impulsiva y propensa a la confrontación (al menos al principio), cualidades que normalmente asociamos al rival en una novela juvenil, pero que en este caso se atribuyen a nuestra protagonista. Curiosamente, esas mismas cualidades hacen de ella un personaje entrañable, casi tierno en sus bravatas, y con el que se puede simpatizar, porque bajo toda esa bravuconería, es una chica divertida, insegura, socialmente inadaptada, y con una imaginación exuberante y una predisposición por lo novelesco y grandilocuente; cualidades, estas últimas, que hacen de ella una gran narradora.
Dicho lo cual, la primera mitad del libro puede hacerse algo lenta; no deja de ser la historia de una chica que, lastrada por una sociedad que la considera una ciudadana de segunda, hace lo indecible para progresar en su carrera, limpiar el nombre de su familia y alcanzar el sueño de su padre. Añade todas las maniobras de vuelo, sistemas de propulsión y armamento que quieras, pero no es muy diferente de una historia de primer año en la universidad.
Eso es, claro, hasta que empiezas ver el verdadero fondo ideológico de la novela y las lecciones que esta pretende transmitir al público más joven (y no tan joven) a través de una historia de aventuras espaciales. Hay un fuerte mensaje de autodeterminación y libre albedrío, que nos invita a evitar vivir en la sombra de nuestros padres y encontrar nuestro propio camino. Se incentiva constantemente el pensamiento crítico, el no aceptar ciegamente las cosas que nos dicen sin hacer las preguntas difíciles, y la crítica a las injusticias sociales de una sociedad clasista y militarista también está patente en gran parte del libro.
De hecho y para mi sorpresa, el libro no se centra tanto en la acción como yo habría esperado, sino que hace mucho más énfasis en los personajes, en sus emociones y en como les afecta el conflicto en el que se ha convertido su vida. Los momentos de calma antes de la tormenta, como la escena del restaurante o el abrazo en el hangar, son algunos de los fragmentos más enternecedores entre mis lecturas recientes.
Por supuesto, como viene siendo habitual con Sanderson, la trama coge ritmo hacia el último tercio, cuando los secretos empiezan a salir a la luz y como lector puedes empezar a encajar las piezas. La acción también aumenta y las emociones de los personajes alcanzan su punto álgido.
Si has estado prestando atención a las pistas que te deja caer el libro, lo que va a ocurrir a continuación es siempre bastante previsible, pero no por ello menos trepidante. Ese momento, en la hora más aciaga, en el que Spensa conecta la radio y dice “Aquí Skyward 10”, aún me pone los pelos de punta.
Historia aparte, hay dos cosas que el libro hace muy, pero que muy bien.
La primera, aprovechando esas páginas iniciales más lentas, es crear un marco innovador para los combates aéreos. Los destructores, que serían las ametralladoras o cañones láser en cualquier otro universo, son prácticamente inútiles en este mundo, por lo que los pilotos emplean armas electromagnéticas de cortísimo alcance y doble filo, e irrompibles cables de remolque con los que intenta hacer colisionar a sus enemigos.
Las refriegas tienen ese estilo de combate con piruetas tan característico Sanderson, como el de los Nacidos de la Bruma o los Corredores del Viento, pero con cazas en lugar de personas. Recuerda un poco a la batalla de Hoth y, siendo el Imperio Contraataca una de mis películas favoritas, no hace falta que diga mucho más.
El otro aspecto que me ha sorprendido gratamente son los personajes. Cuando en el primer día de clases se introducen ocho personajes nuevos en menos de dos páginas, temía que, a la larga, fueran a ser genéricos, carentes de importancia o, peor aún, que yo no fuera a ser capaz de diferenciarlos. Todo lo contrario: cada uno de ellos tiene una personalidad compleja, con varias capas de profundidad, más allá de "el listo", "el capullo" o "la guapa", y, ya sea breve o extensa, cada uno tiene su historia, su trasfondo y su arco narrativo. Ninguno es mero decorado, puesto solo ahí solo para que Spensa tenga con quién interactuar.
Incluso M-Bot, pese a ser la típica IA, completamente lógica y literal, tiene tanta personalidad como cualquiera de los humanos. El libro, de hecho, gana enteros cuando él entra en escena: no solo es divertido, sino que su calma y racionalidad hacen un contrapunto perfecto para la impulsividad de Spensa.
Los villanos, por supuesto, gozan del mismo nivel de complejidad, y eso me encanta. Judy Ivans puede ser malvada, puede parecer mezquina, pero tiene sus motivos y, cuando se nos hace finalmente partícipes de los mismos, nos damos cuenta de que, quizá, solo quizá, tenga más que buenas razones para hacer lo que hace.
Por si no ha quedado claro aún, el libro me ha gustado mucho. No es tan intenso y movido como me esperaba, pero su tono introspectivo quizá haya hecho que me guste aún más. De Sanderson, me quedo, sin duda, con el corte adulto de sus libros de fantasía, pero de entre sus noveles juveniles, esta es mi saga favorita, y una que espero leer hasta el final.
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