Si ha habido una serie para mí estas navidades no ha sido The Witcher (que también la he visto, ya llegará la reseña), ni The Mandalorian (sigo esperando a Disney+), sino el Príncipe Dragon. Partía con ventaja, claro, viniendo de los creadores de Avatar.
En primera instancia, las similitudes con Avatar parecen ser muchas: un mundo en guerra, reinos divididos por colores, seis fuentes de magia elemental, un protagonista que usa magia de aire, temporadas que reciben el nombre de libros, cada una dedicada a un elemento… pero pronto descubres que esta es una historia muy diferente, con una personalidad propia que va ganando confianza con cada episodio.
La trama empieza relativamente simplista en la primera temporada, centrándose más en el desarrollo y presentación de los personajes, y se va complicando en la segunda, y, sobre todo, en la tercera temporada, a medida que descubrimos las verdaderas motivaciones de los personajes, atisbamos su moralidad dividida y nos adentramos en su trasfondo y los secretos de su pasado.
Sorprendentemente, el punto flojo de la narrativa de las dos primeras temporadas es el final, que llega de una forma casi prematura. En la primera temporada se resuelven dos de los principales conflictos, pero sin pompa ni fanfarria. Parece que se están embarcando en una trama secundaria y de repente todo a terminado, sin que se hayan visto siquiera cara a cara con los villanos.
En la segunda temporada ocurre lo mismo, el final simplemente… llega. Si me permitís un consejo, con solo 9 episodios de 20 minutos por temporada, lo mejor es considerar las tres temporadas como un todo, porque el final de la tercera temporada sí que es épico y glorioso, y da sentido a elementos introducidos a lo largo de las tres temporadas.
A nivel estético, la serie es preciosa. Los paisajes, las criaturas, la magia, todo tiene una estética colorida y vibrante, y no hace sino ir a más a medida que los personajes dejan atrás el mundo de los humanos y se adentran en las tierras mágicas de los elfos.
La primera temporada tiene algunos problemillas de animación, no lo negaré, pero si la historia es buena y los personajes están bien escritos, puedo pasarlo por alto y, por suerte, es algo que se soluciona a partir de la segunda temporada.
Pero si la serie brilla por algo, es por sus personajes. No soy capaz de pensar en uno solo cuya personalidad y arco narrativo no esté bien escrito. La serie tiene un profundo mensaje sobre coexistir con quienes te han hecho mal y encontrar tu lugar en el mundo, que se ve reflejado perfectamente en todos y cada uno de los personajes.
Me encanta que podrías intentar encasillar a cualquier personaje en un arquetipo, pero siempre encontrarías que hay algo más. Callum es el aprendiz de mago, el príncipe torpe y tímido que no sabe hacer nada de lo que debería hacer un príncipe, pero a lo largo de la historia demuestra que es un líder, que es un gran hermano mayor y un ejemplo en que inspirarse para Ezren, y que, en un mundo de hostilidad y prejuicios, Rayla puede encontrar en él un amigo fiel. La relación entre esos tres es, de hecho, de lo mejorcito de la serie; tan natural, tan tierna, tan conmovedora…
¿Y qué me decís de la audacia de hacer a la general Amaya muda y sin embarco conseguir que sea uno de los personajes más carismáticos? Muchas veces habla a través de otros, como Gren, pero no sabía que un personaje de animación pudiera expresar e inspirar tanto sin palabras.
Pero el mejor personaje, para mí, es Rayla. Es una tía dura, una asesina imparable bajo la luna llena, y, sin embargo, no cae dentro de los tópicos de ese personaje. Tiene dudas, inseguridades y pánicos irracionales, y necesita que Callum la salve de sí misma tantas veces como ella le salva a él con la espada. Es dulce, entrañable y, lo creáis o no, es el miembro gracioso y divertido del grupo. Y ese acento escocés le sienta de maravilla.
Y así podría estar aquí línea tras línea, escribiendo sobre cada uno de los personajes, y no acabaría, porque aún no he hablado de los villanos, que es otro de los aspectos que me han encantado: ninguno de ellos es malo por el puro placer de ser malo; todos tienen sus motivos y creen, en un momento u otro, estar haciendo lo correcto.
Runnan y Janai parten cegados por sus prejuicios y años de guerra. Soren y Claudia empiezan como amigos de Callum y Ezren, pero pronto se ven sometidos un conflicto de lealtades que pone al límite tanto su relación con los príncipes y como la que hay entre ellos dos. Incluso Viran parece tener momentos en los que, pese a estar convencido de que el fin justifica los medios, sabe que ha cruzado la línea. Son los villanos porque se oponen a Callum, Ezren y Rayla, pero podrían perfectamente ser los héroes de sus propias historias.
No quiero seguir escribiendo más, porque lo que quiero es que veáis la serie. Hay algunos problemas de animación en la primera temporada, pero si sois capaces de ver más allá de ellos, encontrareis una historia preciosa.
Es una pena que quizá nunca lleguemos a ver las tres temporadas restantes, por motivos que nada tienen que ver con la serie, pero el final que se nos ofrece ahora mismo es más que suficiente para cerrar los principales arcos narrativos y dejar a todos satisfechos.
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