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Reseña | Tumba de Dioses | Jay Kristoff

Nuncanoche me dejó dividido, con un principio exasperante y un gran final, pero ha sido Tumba de Dioses, pese a un par de espinitas, el libro que finalmente me ha enganchado a esta saga.

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Antes de nada, comentemos un asunto del que no se habla suficiente en otras reseñas que he visto, y es lo mucho que el libro se “inspira” en la serie Spartacus para su sección central, desde los Jardines Colgantes hasta el combate contra la sedosa. Hay escenas literalmente idénticas, como cuando llegan por primera vez al collegium y el executus sostiene la arena entre los dedos y les pregunta qué es, o la previsible escena de las gachas, o el momento en que la domina le advierte de lo mucho que arriesga y Espartaco-Mia responde que eso es solo si pierde, o la treta para dejar al campeón fuera de combate y ocupar su lugar en el primus, o cuando el populacho aclama a Mia como "salvadora de vigilatormenta" del mismo modo que Espartaco era "el que trajo la lluvia".
Los personajes también están calcados, claro: Arkades es una mezcla entre Enomao, Gannicus y Ashur, e incluso usa una aproximación de la coletilla del primero, "Tu voluntad, mis manos", pero el más obvio es Furiano, que es básicamente Krixo, tanto en la forma en que trata a Espartaco-Mia, como en su relación con la domina, por no hablar de la osadía de ponerle el mismo apodo, el Invicto. 
Yo, la verdad, no se como con estas cosas no se le cae al autor la cara de vergüenza, ni cómo es posible que no le haya puesto nadie la cara colorada. Igual es que sus lectores son demasiado jóvenes para haber visto la serie, que se estrenó en 2010, durante la era pre-netflix.

En cualquier caso, originalidad y refrito de ideas para rellenar lo más genérico de la trama aparte, la historia me ha gustado: es intensa, despiadada y está llena de sorpresas. En esencia, Tumba de Dioses toma todo lo bueno de Nuncanoche y lo mejora. La trama es más dinámica, con mucha más acción; el tono sarcástico está afilado hasta su máximo exponente, como a mí me gusta; se ahonda (algo, tampoco mucho) en como los elementos mágicos de este mundo afectan a sus habitantes; los flashbacks, aunque igual de impertinentes, cuentan una historia tanto o más interesante que la línea temporal principal; e incluso las notas a pie de página parecen aportar más y ser menos intrusivas. Las escenas de sexo me gustaron más en Nuncanoche, pero supongo que eso es una cuestión de preferencia personal.

No, pero en serio, los flashbacks. Me han gustado las tramas de ambas líneas temporales, pero, si vas a contar una historia, ¿tan difícil es empezar por el principio? En Nuncanoche los flashbacks aportaban poco o nada, pero eran necesarios para ocultar los poderes de Mia; aquí… no lo entiendo, la narrativa no lineal va totalmente en detrimento del libro. ¿Querías empezar con una escena de acción? La primera escena de los flashbacks, en Galante, es una forma cojonuda de empezar un libro, no creo que te hiciera falta nada más… no sé, yo, personalmente, no le he visto la gracia.

Y esa es mi segunda y última pega. Incluso con las interrupciones de los flashbacks y las notas a pie de página, la historia es de las que no puedes soltar, siempre hay algo pasando y, entre mentiras y secretos, llega un punto que dejas de distinguir amigo de enemigo, e incluso dejas de tener claro si Mia es heroína, villana o ambas cosas al mismo tiempo.
La historia abre (en los flashbacks) como la predecible secuela de Nuncanoche, para rápidamente darte en la cara con un par de sorpresas que lo ponen todo patas arriba, eso sí, con el guiño de que no sabes si los personajes dicen la verdad o mienten más que hablan. Luego (en la línea temporal principal y desde la primera página) evoluciona en una historia brutal y sangrienta donde pierdes la cuenta de los muertos. Para mí esta ha sido la sección más débil de la novela, por aquello de que se parece tanto a Spartacus que ya sabía de antemano qué iba a pasar, pero supongo que para quien no conozca la serie, es una intensa historia sobre gladiadores.
A partir de ahí, cual bola de nieve, el libro va ganando ritmo a medida que avanza, se destapan secretos, del presente y del pasado, surgen los conflictos de lealtades, las decisiones imposibles, y todo eso nos lleva a un glorioso final. Un final que es una sucesión de exultantes “¡Sí, eso es, la puta ama!” e incrédulos “¡No, no puede ser!”, seguidos de más “¡Sí, la puta ama!” y culminados por un rotundo “¡Imposible, ni de coña, no puede ser!”.
Y, como dice la Dicta Ultima, el libro te deja encorvado sobre el tomo, con un fruncimiento en el ceño y una maldición en los labios, a medida que cala la comprensión de que no quedan más páginas. Tantas preguntas sin respuesta… tanta matanza pendiente... no puedo esperar para leer la tercera parte.

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