Quiero empezar esta reseña con una pequeña historia graciosa: durante casi un año, creí que Warbreaker y El Aliento de los Dioses eran dos libros distintos. Con títulos tan distintos… menuda traducción… ¿por qué? —digo—, ¿PORQUÉ?
Bien, ahora que ya he despotricado sobre el título, eso es prácticamente todo lo negativo que puedo decir sobre este libro.
El Aliento de los Dioses es un caso extraño, una historia de fantasía épica en un solo tomo, sin sagas ni trilogías, un libro, ya está; y, sin embargo, esas 700 páginas cuentan una historia completa con hasta cinco arcos narrativos y muchísimo trasfondo en forma de religiones, costumbres, tradición…
Pero antes de descubrir todo eso, lo primero que llama la atención del libro es el sistema de magia. Ya en el prólogo te deja patidifuso. ¡Menuda idea! La combinación del aliento (el alma por así decirlo) que se puede transmitir entre individuos y los colores, permiten despertar objetos inanimados, postergar la muerte, aumentar los sentidos… puede que suene simple en mis breves palabras, pero en la pluma mucho más experta de Sanderson es algo fascinante, nuevo y muy muy diferente.
Por supuesto, con todas las normas y reglas que estamos acostumbrados en sus sistemas de «hard magic», y un Ars Arcanum en la última página.
Sin embargo, este libro no es solo sistemas de magia y «worldbuilding», no, para nada: tiene una historia que contar, varias de hecho. Durante la mayor parte del tiempo seguimos a Siri, Sondeluz y Vivenna, pero a través de sus ojos también vemos desarrollarse las historias de Vasher y Denth.
De ellos Sondeluz es claramente mi favorito; hay algo que siempre me atrae de esos personajes de mente ágil y lengua afilada. Por el contrario, encuentro a Vivenna la más aburrida, al menos en la primera mitad del libro, demasiado recta, demasiado estricta; por suerte para todos, se rodea de personajes mucho más misteriosos e interesantes, como Denth.
En sus cinco historias entrelazadas, el Aliento de los Dioses te golpea con una sorpresa tras otra, al tiempo que retuerce cuestiones teológicas y la propia naturaleza de lo que supone ser dios. Me encanta como este libro muestra la dualidad del bien y el mal en cada personaje, como héroes y antihéroes intercambian máscaras, de forma que nunca sepas quién es el bueno, y quién es el malo.
“Cada hombre es el héroe de su propia historia, princesa.”
Y el final... por Austre, los Colores y los Tonos Iridiscentes... menudas cien últimas páginas. Por un lado tienes la acción trepidante que no te deja parar leer, pero por otro lado llegan unas revelaciones que te dejan planchado; de exclamar "espera, ¿que?" y volver a leerlo y volver a flipar. Tremendo, tremendo, tremendo.
Ahora quiero una secuela, maldita sea.
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