Ir al contenido principal

Firefight (Reckoners #2) | Brandon Sanderson

No es raro encontrarse con segundas partes que palidezcan a la sombra de su predecesor; no tienen la frescura y la novedad del primer libro, y tienen que hacer un gran esfuerzo para añadir elementos nuevos, mantener o incluso aumentar la tensión, y avanzar la historia de forma interesante. Hasta Brandon Sanderson es víctima de esto en El Pozo de la Ascensión, el segundo libro de la saga Mistborn. 

Sin embargo, Firefight es una gran evolución con respecto a Steelheart, que me ha dejado muchas ganas de leer ya mismo el tercero y último libro de la trilogía. 

Firefight Reckoners Sanderson

A primera vista, el libro se plantea como la típica secuela que, cambiando decorado y atrezo, busca imitar la fórmula del primer libro: nueva ciudad, nuevo equipo, nuevo gran épico al que derrotar, nuevos sicarios con superpoderes a los que enfrentarse por el camino, y nuevo juguetito para que David se mueva por la ciudad como si de un épico se tratase sin llegar a serlo.  

Y a este respecto, debo decir que me gusta mucho cómo la ciudad refleja la naturaleza del épico que la gobierna. No es solo Manhattan con una superheroína malvada al mando, es una ciudad que ha sido modificada por esta supervillana a su conveniencia, de forma que pueda dar el mejor uso a sus poderes.


En cualquier caso, y en contra de todo lo que las primeras páginas puedan insinuar, este libro no trata de cómo derrotar a Regalia, o más bien no solo trata de cómo derrotar a Regalia. 

Este libro trata de entender a los épicos; de establecer qué relación existe entre su pasado antes de la transformación, sus poderes, y sus puntos débiles, de comprender qué los motiva, porqué el uso de los poderes los corrompe y si esa corrupción puede ser de alguna forma evitada. 

A la postre, el libro nos muestra la evolución de David del chico que quiere matar épicos porque sí, alimentado por el deseo de venganza, porque un épico mató a su padre, a alguien que quiere entender a los épicos, siente incluso lástima de ellos, trata de ayudarlos a superar la corrupción de sus poderes, y los mata, no por lo que son, sino por lo que hacen. 

Hay una frase de David a Mizzy, que refleja perfectamente el cambio en el personaje, y que viene a ser algo como lo que sigue: "No matamos épicos por lo que son. Matamos a malas personas". 

Del mismo modo, la escena final, con la espada en la mano, la cortina por capa y la cadenita alzada en señal de desafío, es el ejemplo perfecto del punto medio entre la actitud de David al principio de la saga, "nadie nos va a salvar, tenemos que defendernos por nosotros mismos", y la actitud que trataba de inculcarle su padre "los épicos buenos vendrán y nos salvarán". 


Otro aspecto que me ha gustado mucho y que aporta dimensión a la novela, es que se nos muestre el punto de vista de aquellos que viven en este mundo pero no participan en el conflicto. 

En Steelheart, todos los ciudadanos de Chicago Nova se escondían y vivían atemorizados. En Firefight, los habitantes de Babilar abrazan el carpe diem, salen de fiesta, sonríen, juegan y en general disfrutan de su vida, porque aceptan que un épico podría matarlos en cualquier momento, que no pueden hacer nada al respecto, y que es mejor disfrutar del tiempo que tienen. Incluso detestan a los Reckoners, a los que no ven como salvadores, sino como una fuente de problemas. Una mujer dice casi al principio del libro: "Si no se hubieran resistido, la mitad de las muertes se habrían evitado". 

Esta visión y forma de afrontar la difícil situación en que se encuentran es un shock para David, pero también para el lector, porque estamos muy acostumbrados a la narrativa del gobierno tiránico y la decidida rebelión que consigue derribarlo, pero raras veces vemos el punto de vista de todos aquellos atrapados en el conflicto, que preferirían un mal conocido y comedido, a la inestabilidad y destrucción que estas rebeliones dejan a su paso.


Por último, hablemos de los personajes. De los nuevos miembros del equipo, Val y Exel son bastante genéricos y me dan igual. Mizzy, sin embargo, me gusta mucho, porque es la más nueva, y su actitud es muy parecida a la que tenía David al principio de la saga: solo le motiva la venganza, y ve a épicos y no épicos como un "ellos y nosotros", blanco y negro. Es la contraparte perfecta para que veamos el gris hacia el que evoluciona la postura del protagonista. 

Y hablando del protagonista... tengo que decirlo, no me gusta David. No es que esté mal escrito, o que sea un personaje inconsistente, ni nada por el estilo. Simplemente, su rollito con las metáforas malas me resulta cansino, lo siento, no me hace gracia; y esa temeridad heroica que le caracteriza es un rasgo de personalidad que nunca me ha resultado atractivo. 

El mejor ejemplo que puedo pensar es Carrie en Homeland; ese personaje que desdeña toda norma, convención, orden o consejo, que hace lo que le da la gana y siempre lo que le da la gana, corriendo de cara hacia la boca del cañón, y al que, sin embargo, las cosas le salen bien. Para mí eso no es un héroe, es una bomba de relojería con patas, y hace que me cueste mucho simpatizar con el personaje. 

No digo esto como una crítica, porque no hay nada malo en este tipo de personajes, sencillamente que a mí, a titulo personal, no me atraen. Lo digo más a título informativo, para que vayáis sobre aviso. 


Poco más tengo que añadir. Si os gustó Steelheart, creo que este libro os va a gustar, porque ofrece todo lo bueno que tenía el primer libro, y añade varias capas de complejidad a la trama los personajes, así como un tono algo más oscuro, o menos idealizado, a las consecuencias de sus actos. Y si Steelheart se os quedó corto en cuanto a la profundidad de las emociones y el conflicto, y os pareció que toda la relación entre poderes, puntos débiles y demás era muy fortuita y conveniente, puede que esta segunda parte os aporte todo lo que echabais en falta. 

Comentarios