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The Road | Cormac McCarthy

Este es un libro extraño, que rompe con muchos de los formalismos que estamos acostumbrados a ver en literatura, pero es sorprendentemente bueno en lo que pretende conseguir: transmitir una asfixiante sensación de angustia y desesperanza. 

El libro es duro, oscuro incluso, y decididamente no es el tipo de lectura que recomendaría para evadirse, o si estás de bajón. Si habéis visto la película de 2009, o conocéis la canción No Sound But the Wind, de Editors, inspirada por este libro y un tema que os recomiendo encarecidamente, podéis haceros una idea de la atmósfera que inspira. Y es que este libro es sobre todo eso, atmósfera: aprensión, soledad, desesperación, resignación... 


The Road sigue a un padre y su hijo, en su viaje por la desolada Norteamérica, un paraje calcinado, donde el aire está colmado de ceniza, el frío acecha implacable, y el canibalismo impera entre los supervivientes. 

Y no es que esa sea la premisa, esa es toda la trama. No hay destino en su viaje, porque no hay luz al final del túnel, solo la eterna carretera y la lucha por vivir un día más. No hay giros narrativos, no hay puntos de inflexión, ni desarrollo de personajes. La narración continúa, un día tras otro, siempre al filo de la navaja, siempre a un minúsculo paso de la catástrofe. Y no puedes parar de leer, acechado por una constante tensión, temeroso de que algo se tuerza de un momento a otro. Y sigues leyendo, buscando que lleguen a un lugar seguro, que encuentren un refugio, que hallen algo de descanso... pero no lo hay. 

La narración de continuo, sin capítulos ni paradas, que al principio me extrañó mucho, es leña en la hoguera de esta sensación de agobio y de peligro constante. 


Tampoco llegamos nunca a conocer los nombres de los protagonistas, o de dónde vienen, o qué causó el apocalipsis. Nada de eso es importante. Porque lo importante no son las respuestas o las explicaciones, sino la lucha por la supervivencia. 

Y lo curioso es que me doy cuenta ahora de que esa información en su momento no la echas en falta, porque tu preocupación, igual que la de los personajes, no es porqué el mundo es como es, o de quién es la culpa, sino conseguir comida, o huir del peligro, o encontrar un refugio para pasar la tormenta, o simplemente alcanzar un nuevo recodo del camino. 

De nuevo, aunque es algo que normalmente no harías, dejar cosas sin explicar, igual que normalmente no escribirías un libro sin capítulos ni interrupciones, el hacerlo así ayuda a centrarse en lo verdaderamente importante. Y seguramente, una explicación científica de todo lo que causó el apocalipsis hubiera roto la inmersión y la atmósfera. 


Otro aspecto curioso es que el libro nunca dice cómo se sienten los personajes; lo vemos en sus actos y en sus palabras, pero el libro no nos dice si están tristes, o dolidos, o desesperados, porque no hace falta. Esas emociones ya permean el libro en cada página. 

Incluso en los diálogos, el libro solo nos ofrece las palabras de los personajes, sin añadir descripciones de su lenguaje no verbal, e incluso sin decirnos cual de los dos es el que está hablando. Y de nuevo, no hace falta, porque la forma de contestar, nos muestra como se sienten, y nos permite reflejar en sus palabras exactamente el nivel de aprensión en que el libro nos tiene inmersos, sin que nadie nos diga cómo tienen o tenemos que sentirnos.   


Este libro es algo especial, y está claro no es para todo el mundo. No tiene un clímax final, no tiene un arco narrativo habitual, con su nudo, trama y desenlace, no es divertido, no es evocativo, ¿y por qué iba alguien a leer un libro para pasar un mal rato? Pero aún así, creo que es una experiencia que merece la pena, porque pocas veces ha conseguido un libro tenerme en vilo y hacer que participe de las emociones de los personajes de la forma que lo ha hecho este libro, manteniéndome alerta ante el peligro inminente desde la primera a la última de las páginas. 

He leído otros libros de miedo, o que tratan de generarte aprensión, o de incomodarte, o te presentan  personajes en situaciones desesperadas, y normalmente lo que ocurre con esos libros es que cuando paro de leer, al día siguiente no me apetece seguir leyendo. Pero The Road no he podido soltarlo hasta el punto final. 

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