Claramente inspirada en la China de la dinastía Tang —quizá incluso demasiado inspirada en ella—, la novela arranca con una fuerza demoledora, planteando una premisa brillante y múltiples misterios en un solo capítulo, pero se desinfla bastante hacia el final.
El gancho inicial, como he dicho, es brutal, fundamentalmente porque se compone de múltiples ganchos, todos ellos tejidos en torno a un único personaje.
Un hombre lleva dos años viviendo como un ermitaño, enterrando a los muertos de un viejo campo de batalla como forma de honrar la memoria de su padre, recientemente fallecido. Unos días antes del final de su periodo de duelo y de este exilio autoinfligido, recibe un regalo envenenado de una princesa extranjera: doscientos cincuenta caballos celestiales, más de los que el imperio ha tenido jamás...
Ese mismo día, recibe la visita de un viejo amigo, que ha hecho el largo viaje para traerle noticias de su familia. Antes de que pueda contarle nada, sin embargo, aparece un asesino enviado para matarle y el amigo muere en la pelea. Pero lo mejor es que ninguna de estas tres cosas tiene que ver la una con la otra. Ni el asesino ha sido enviado con motivo de los caballos, ni lo que ha ocurrido a su familia es con motivo de los caballos, ni el asesino ha sido enviado para que no descubra lo que ha pasado con su familia. Son tres hechos independientes.
A partir de ese triple misterio, la novela sigue al protagonista en su viaje de regreso a casa, navegando un laberinto de intrigas, protocolo, insinuaciones, sutilezas y veladas amenazas, al tiempo que trata de averiguar qué ha pasado con su familia, quién quiere matarle, y porqué. Porque sabe que no puede quedarse los caballos, pero mientras los tenga, si juega bien sus cartas y hace las promesas adecuadas, tiene moneda de cambio para influir en la corte.
Es una situación a priori interesante, con pie a un entramado de intrigas políticas y tráfico de favores. Sin embargo, aquí es donde la novela empieza a sufrir, porque pese a no haber muchos personajes, y pese a que a la acción sigue siempre al protagonista, el libro se hace lentísimo. Es todo muy metódico, muy centrado en los modales, en lo que se dice sin ser dicho, y el subtexto de cada conversación, que se alarga páginas y páginas... Y durante un tiempo está bien, pero hacia la mitad del libro se empieza a echar en falta algo de garra, algo que te tenga en vilo o al menos me haga dar un brinco.
Al final, hacia el último 20%, cuando el protagonista por fin llega a la corte, estalla una guerra y parece que el libro va a coger algo de ritmo. Una guerra tan inspirada en la rebelión An-Shi, que si te lees los primeros párrafos de la wiki te vas a hacer spoiler del final del libro. Pero eso es casi lo de menos. Por desgracia, la rebelión nada tiene con ver con los caballos, o con el intento de asesinato, o con absolutamente nada de lo que ha pasado a los personajes hasta el momento. El protagonista ni siquiera participa en ella, quedando relegado a mero espectador, y uno se pregunta, ¿adónde va todo esto? ¿Cuál era el objetivo de toda la trama con los caballos si ahora da igual? ¿500 páginas solo para poner a este tío en la misma habitación que el emperador el día en que todo se viene abajo?
Luego está toda la trama de la hermana, que ocurre en paralelo, nada tiene que ver con lo demás, y en nada influye. ¿Cuál era el objetivo de ese punto de vista, de su viaje y de todos esos capítulos? No lo sé. Y los elementos de fantasía: los fantasmas, los chamanes, el hombre que controla a los lobos. ¿Qué rol desempeñan en la historia, aparte de existir? Ninguno.
En definitiva, tengo la impresión de que el libro quiere ser dos cosas al mismo tiempo, y que esas dos cosas no terminan de casar.
Por un lado quiere ser una novela de fantasía, siguiendo el viaje del protagonista, un personaje complejo, mitad poeta, mitad soldado, puesto en una situación imposible por el regalo de los caballos, que ha visto la magia de primera mano y convivido entre fantasmas durante dos años... Y por otro lado quiere ser casi una novela histórica, o una reinterpretación, de la rebelión An-Shi.
Al principio de la novela parece lo uno, se alarga, se alarga, intentando hacer la transición y al final, corre que te corre, pretende ser lo otro y meter una década de rebelión en cien páginas.
No puedo decir que sea un mal libro, porque Guy escribe muy bien, y cuando quiere ser un viaje del héroe es un muy buen viaje del héroe, y cuando quiere ser narración histórica, es muy buena narración histórica, pero creo que es una de esas novelas que no sabe lo que quiere ser y que al final te deja con una sensación de gentil indiferencia. Ese "sí, ha estado bien, pero esperaba más..."
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