Fantasía urbana y academia con aires de novedad, un sistema de magia brillante, un libro cargado de grises y matices... La traducción del título es para colgar a alguien de la editorial por los pulgares, pero la novela es tremenda.
El libro abre con las quince páginas más desgarradoras que he visto nunca en un prólogo. Te agarra por el cuello y te deja sin respiración. Si habéis leído Sword of Kaigen, sabéis de lo que es capaz la autora a la hora de escribir tragedias. Y si no, leed el primer capítulo. Son diez minutos. Si no os hace llorar y os convence de leer el resto del libro, no sé cómo algo que diga o escriba aquí lo va a conseguir.
Después de la taquicardia inicial, la trama baja un poco el ritmo —menos mal— y durante doscientas páginas seguimos un arco de fantasía académica que sirve como excusa para mostrarnos el mundo, los personajes y el sistema de magia.
Todo el tema de la escuela o el arco formativo —o como lo queramos llamar—, en novelas de fantasía es algo que, personalmente, me exaspera. Está cargado de clichés y es siempre igual. Sin embargo, la autora logra evitar esta trampa con un cambio muy sencillo. Un cambio, que no sé cómo no se le ha ocurrido a nadie antes: la protagonista no es una alumna, sino parte del personal docente e investigador.
La trama no gira en torno a dramas adolescentes, sino en torno al politiqueo y los chanchullos que envenenan el mundo académico. Investigadores que ponen su nombre al trabajo de otros, rémoras anquilosadas en su puesto vitalicio, luchas por los recursos del departamento, o por una beca o proyecto del gobierno, ese tipo de cosas... que no dejan de ser rivalidades en un contexto académico, pero con un tono más adulto, y que muestran una cara de la universidad que, para quienes no hayan estado metidos en sus entresijos, igual no es tan conocida. Desde luego no es tan común en la literatura.
En cualquier caso, toda esta trama académica es solo el principio, un artificio para ponernos en situación, una fachada tras la que se oculta la verdadera novela, porque poco antes de la mitad, el libro nos vuelve a asestar otro mazazo como el del prólogo. El giro es para caerse de culo.
A partir de ahí, empieza otra historia. Ya no es fantasía académica. Es otra cosa. Es una vorágine de crisis de fe, duelos de egos y personajes desquiciados, gritándose y tirándose de los pelos; de imperialismo, abusos, racismo y supremacía. Es un dramón.
El libro, ya lo dije al principio, está cargado de grises, de intentos de justificar el mal en aras de un bien mayor, de buenas intenciones que acaban en desastres, de hacer el bien por los motivos equivocados, o de actos de pura crueldad que sin embargo acaban con una nota de esperanza. Es una novela compleja, que ataca los axiomas de nuestra propia moralidad: ¿Qué importa más, las intenciones o el resultado? ¿Hasta qué punto es la ignorancia un factor atenuante? No siembre es fácil decir quién tiene razón, quiénes son los buenos, quiénes son los malos, y eso hace de esta segunda parte de la novela algo fascinante.
Ni siquiera he hablado del sistema de magia, que no solo es brillante, sino que tiene una imaginería asociada muy original. Es una especie de programación informática, rebajada a un nivel perfectamente asequible, compuesta sobre maquinas de escribir especiales, combinada con cartografía, matemáticas...
Es algo especial y diferente, pero es que palidece en comparación con la historia, no por demérito del sistema de magia, sino porque la historia es buenísima. Aún me sorprende la profundidad que es capaz de alcanzar con apenas... no llegará a una docena de personajes.
Creo que este es de esos libros que voy a recomendar hasta la saciedad. Sobre todo a quien necesite ver lo que es un personaje femenino fuerte, bien escrito, pero cuya principal característica es un defecto. O un arco académico que no necesita ir saltando de cliché en cliché. O un sistema de magia estructurado, reglado, en el que la protagonista puede ser brillante sin necesidad de ser la elegida o que le venga por ciencia infusa, y en el que también pueda tener carencias. O una historia con mucho gris entre el bien y el mal.
Sword of Kaigen aún tenía algunas cosillas por pulir, vestigios de que iba a ser una saga y se quedó en autoconclusiva, pero con este libro Wang ha conseguido una novela redonda.
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