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The Blood Mirror (Lightbringer #4) | Brent Weeks

Por segunda vez en lo que va de año me veo reseñando el penúltimo libro de una saga y sin saber muy bien qué decir. Si habéis llegado hasta aquí, ya sabéis qué esperar de estos libros, y si no os gustaron los anteriores, poco importa lo que pueda decir. Aún así, os diré que The Blood Mirror me ha gustado mucho, con dos notables excepciones que luego mencionaré. 



Sin entrar en grandes detalles de la trama, para mí el gran atractivo de este libro está en el arco narrativo de Gavin. Primero por la parte de su tormento, que hace tan buen reflejo de lo que vimos en el primer libro, pero sobre todo cuando se empiezan a desvelar los velos de secretos que el autor ha tejido en torno al doble epicentro de esta historia: el incendio en la mansión White Oak, y el duelo entre hermanos en Sundered Rock. Ya una vez nos engañó sobre lo ocurrido en la guerra del falso prisma, para llevarnos a un plot-twist brutal, y ahora lo hace otra vez. 

Llega un punto en que lo que está ocurriendo en el presente casi es lo de menos. Quiero... no; necesito saber que pasó hace catorce años con Gavin y Dayson. Como lo retuerce el tío, una y otra vez, y aún consigue dejarme con la mandíbula colgando. Solo diré dos cosas, y dejaré que vuestra curiosidad haga el resto: este es el libro en el que averiguamos quién es la madre de Kip, y en el que descubrimos porqué el primer libro de la saga se llamaba El Prisma Negro


La historia principal, sin embargo, sigue a Kip, en una trama de fantasía más clásica. Dicho lo cual, me ha gustado mucho la dicotomía entre su persona más madura, que actúa como un líder, y como el portador de la luz que todos dicen que es, y los momentos de adolescente total de cachondeo con sus amigos o en la cama con Tisis. A veces es un bocazas, y eso le pierde, pero me gusta que la evolución del personaje no haya sido binaria, y que aunque proyecte confianza hacia afuera, podamos ver las dudas de un chaval por dentro. Ah, y las escenas de camaradería en torno a la hoguera son buenísimas, y dan un toque de humor muy necesario a la trama.

Otra cosa que vemos en este libro a través de los ojos de Kip son grandes batallas con magia de por medio. Y no me refiero a pequeñas escaramuzas de la Guardia Negra, o batallas donde casi no hay magos y todos llevan mosquetes. Me refiero a batallas campales, con formaciones, estrategia, trampas y movimientos envolventes, donde casi todos los contendientes son magos. Muy, muy chulo. 


El personaje que ha quedado un poco relegado lejos de los focos, y me ha sorprendido bastante, después de su ascenso en el libro anterior, es Karris. Pese a encontrarse en el centro de todas las intrigas políticas y al frente de una guerra, el libro le da poco que hacer. Habla con unos, se reúne con otros... es nuestros ojos a los juegos de poder, pero ella activamente hace poco. Trama y trama, y redacta sus listas, pero más allá del juicio al principio del libro, hace poco. 

Toda la acción queda en manos de su brazo ejecutor, Tia. Y dejadme que os diga que la trama de Tia es buenísima; una perfecta representación del dilema del agente doble. ¿Hasta qué punto las cosas horribles que me veo obligada a hacer para no desvelar mi identidad justifican las cosas aún más horribles que puedo prevenir infiltrada con esta gente, espiando y saboteando? ¿Dónde está la línea? Esta parte de la historia lo tiene todo: tienes las escenas de asesinato y sigilo, las conversaciones tensas de juegos de espías, y los momentos de soledad en los que ves cómo ella se va rompiendo poco a poco por dentro, un poco más con cada puñalada. Me encanta. 


Y poco más puedo decir. Inacción de Karris aparte, el otro aspecto que me ha chirriado un poco es el final del libro. No puedo decir que se abrupto, porque no lo es. El libro deja todas las tramas muy bien posicionadas en un cierto suspenso, pero no termina ni con un épico clímax, ni con una de esas revelaciones que te hacen saltar de la silla al grito de «¿Quéeeee?». Simplemente... termina, como un espectáculo de fuegos artificiales sin traca final; el humo disipándose poco a poco en la noche, hasta que, lentamente, te ves obligado a admitir que no hay más, que ha terminado. 

Estoy deseando leer el quinto, eh, eso que quede claro, y tengo una sospecha del significado detrás de su título; simplemente me gustaría que el libro me hubiera dejado un ansia más visceral. 


Puede que también os interese:

>>Lightbringer #1 | El Prisma Negro | Brent Weeks

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