Acabo de empezar con los preparativos para Nanowrimo (National Novel Writing Month). Para quién no la conozca, se trata de una iniciativa que consiste en escribir una novela, o el primer borrador de una novela, 50.000 palabras, a lo largo del mes de noviembre. Es todo un reto, algo que nunca he hecho antes con éxito, así que os agradezco de antemano cualquier muestra de ánimo o apoyo. Iré compartiendo los progresos por aquí, en mi perfil de la web de anowrimo , y en redes sociales, siempre en la medida de lo posible, que hay que llegar a esas 1667 palabras diarias. Y si queréis animaros, y compartir este reto conmigo y toda la comunidad, os invito a hacerlo. Podemos ser buddies y seguir los progresos mutuos, compartir penas, mandarnos medallitas y todo eso. Y si veis que en noviembre contesto menos a los comentarios, o hay poco movimiento de publicaciones, bueno, pues ya sabéis a que se debe.
Este libro es lo más estereotípicamente alemán que he leído en mi vida. Cualquier escena, ya sea un una comida un día cualquiera, una relación amorosa, un accidente, una emergencia a bordo de la nave, todo se narra en el mismo tono neutro y aséptico. Los personajes contemplando su muerte inminente o el mayor hallazgo científico con el mismo rango emocional con el que hablan del material del que están hechas las sillas de su despacho. En su afán por la precisión técnica y científica, por el "hard science fiction" que reza en la portada —se incluye un ensayo científico complementario en las últimas 50 páginas, para dar más peso a la verosimilitud técnica de la historia—, el libro se olvida de ser emocionante, de enganchar de algún modo al lector. La historia esta bien. Una sonda descubre vida en Encelado , montan una expedición para ir a investigar, el protagonista se une a la tripulación casi de rebote, la nave falla en ruta, emergencias, alarmas, sacrificios, etc., etc., et