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Las Primeras Quince Vidas de Harry August | Claire North

Este es uno de esos libros que te engancha desde el minuto uno. El primer capítulo abre con la muerte del narrador y protagonista. Pero la novela no es un flashback. Ni por asomo. Porque en el segundo capítulo el protagonista vuelve a nacer, golpeándonos así con la premisa en toda la cara.

Primeras Quince Vidas Harry August Claire North

El concepto en torno al que gira la novela, colindante a los viajes en el tiempo, es brillante. El protagonista, junto a otra serie de individuos, vive su vida de forma cíclica. Cuando mueren, vuelven a nacer, con todos sus recuerdos intactos. Organizados en una sociedad secreta, pueden acumular vastas cantidades de dinero e influencia, y hacer cosas como enviar información al pasado, pasándola de niño a anciano, que muere, vuelve a ser niño y la pasa a un anciano de la generación anterior... 

Pero la genialidad de este concepto va más allá de lo que los personajes y su clandestina agrupación pueden hacer. El mero hecho de ser niños y tener recuerdos de un adulto da pie a escenas de lo más interesante. Niños que no juegan por miedo a caerse y hacerse daño, porque ven el mundo con la mentalidad más conservadora y consciente del peligro de los adultos. El tedio de tener que volver a pasar por la escuela. Las artimañas para, en cada vida, ser tomado por adulto lo antes posible, o cómo vadear de la mejor forma posible la Guerra Mundial. 

Es francamente fascinante. Al menos durante unas cuantas páginas. Para mi gusto, una vez establecida y explorada la premisa, el libro se torna algo lento e innecesariamente difuso en su segundo acto (entre el 30 y el 50%, más o menos), hasta que por fin se rompe con la dinámica establecida y la trama vuelve a cobrar fuerza.

Durante ese segmento de la obra falta tensión, no hay peligro, no hay incertidumbre, y a la novela le cuesta mantener el interés con el que te cautivó durante las primeras páginas. Hace uso de una narrativa no lineal, saltando adelante y atrás por las vidas del protagonista para mostrarnos distintas situaciones y experiencias, que aunque se sigue bastante bien y nunca llega a haber riesgo de perderse, cada vez que se aleja de la trama principal y la amenaza apocalíptica establecida en el primer capítulo, se siente más como una interrupción o una excursión por los cerros de Úbeda que otra cosa. 

Además, pese a ser el mismo protagonista, en cada vida es distinto, a veces un espía, a veces pasando por una época espiritual, a veces quiere destruir a la casa Hulne, a veces preservarla... casi parecen personajes distintos, pasando por las mismas escenas, todo para formar un batiburrillo de trasfondo.

Por suerte, o no estaría yo aquí escribiendo esta reseña, la segunda mitad del libro es otra historia bien distinta. Atrás queda la banalidad autobiográfica de un privilegiado, dándose a la buena vida, viajando en el tiempo y el espacio, disfrutando de posición de privilegio y su cíclica inmortalidad, narrando en cada momento lo primero que le viene a la cabeza. En su lugar queda la opresiva angustia de una trama de espías. Precisa, lineal, angustiosa... 

La novela literalmente se transforma. Pasamos a vernos envueltos en un tenso juego del gato y el ratón, una partida que se extiende a través del tiempo, de cinco continentes y múltiples vidas. Cada uno de los personajes busca el punto de origen del otro, para evitar su concepción antes de nacer y evitar que entre en los bucles. Todos mienten como bellacos, fingen no recordar sus vidas pasadas... adoptan múltiples personas, se suicidan cuando van a atraparles por miedo a la tortura y el interrogatorio, tratan de alterar la línea temporal... analizan cada frase, cada inflexión. ¿Se habrán delatado? ¿Será esa pregunta una trampa? 

Es maravilloso lo que se suda y lo que la trama invita a sobreanalizar cada intercambio en esa segunda mitad, y el final de relamerse de satisfacción.


En resumen, ¿me ha gustado el libro? Sí. Pero también estuve a punto de abandonarlo durante sus compases más lentos y tortuosos. 

La idea de las vidas cíclicas me parece brillante y en ningún momento deja de sorprender con las situaciones en las que pone al protagonista. La idea de un niño con mentalidad, recuerdos y conocimientos ya no de un adulto, sino de múltiples vidas, da para mucho. La segunda mitad del libro hace pleno uso de ello, manteniendo un nivel de tensión e intriga que me ha encantado. De haber sido todo el libro así, lo estaría recomendando a diestro y siniestro. 

Por desgracia, para llegar a lo bueno hay que pasar por el barro, y eso rebaja un tanto mi entusiasmo. No como para no recomendar el libro, pero sí para poner un asterisco al final de la recomendación. Creo que sabiendo que luego la cosa mejora, y cuánto mejora, el segundo acto puede hacerse algo más tolerable. Pero no deja de suponer un escollo. 

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