Este libro es lo más estereotípicamente alemán que he leído en mi vida. Cualquier escena, ya sea un una comida un día cualquiera, una relación amorosa, un accidente, una emergencia a bordo de la nave, todo se narra en el mismo tono neutro y aséptico. Los personajes contemplando su muerte inminente o el mayor hallazgo científico con el mismo rango emocional con el que hablan del material del que están hechas las sillas de su despacho.
En su afán por la precisión técnica y científica, por el "hard science fiction" que reza en la portada —se incluye un ensayo científico complementario en las últimas 50 páginas, para dar más peso a la verosimilitud técnica de la historia—, el libro se olvida de ser emocionante, de enganchar de algún modo al lector.
La historia esta bien. Una sonda descubre vida en Encelado, montan una expedición para ir a investigar, el protagonista se une a la tripulación casi de rebote, la nave falla en ruta, emergencias, alarmas, sacrificios, etc., etc., etc. Nada nuevo, pero una formula más que probada, al fin y al cabo. Y aún así, no hay ningún tipo de tensión narrativa. Nada que te tenga al borde de la silla. La narración es directa, ordenada, sin ningún tipo de giro, misterio o sutileza... una correlación objetiva de los acontecimientos, tal cual van sucediendo, nada más.
Lo mismo ocurre con los personajes, que se caracterizan por contados rasgos de personalidad: edad, nacionalidad, profesión... poco más sabría deciros de cada uno. Eso sí, todos tienen esta curiosa habilidad para ser auténticos genios a la hora de resolver un problema, y unos absolutos idiotas cuando llega la hora de generar el siguiente.
Ojito a la siguiente situación, que ocurre así tal cual en el libro: la comandante de la tripulación se queda embarazada en pleno viaje a Saturno, porque eso es algo que puede pasar. Les han quitado a todos el apéndice, por prevención, pero esterilizarles, cuando se van a quedar estériles por la radiación cósmica de todos modos, eso no hacía falta prevenirlo. Total, que se queda embarazada, y como comandante responsable que es, decide abortar, porque si no, la misión se va al garete. Sin embargo, en lugar de abortar y ya está, se lo cuenta a la tripulación. Ok, vale, transparencia, pero no contenta con eso, decide someter el aborto a votación. ¿Por qué? Ah... no preguntes. Total, que ella, que además de ser la madre es la comandante, y el padre de la criatura, ambos votan abortar, pero como el resto votan en contra, deciden quedárselo. What?!
A esto, por supuesto, le sigue toda una serie de situaciones críticas en las que les faltan manos porque tienen una embarazada a bordo y un médico que no puede ayudar porque tiene que estar pendiente de ella...
En resumen, que lo única emoción que ha despertado en mi este libro es el deseo de volver a leer Proyecto Hail Mary.
Ni siquiera voy a abrir el melón de que el autor traduzca sus propias obras, y lo antinatural que resulta la prosa, pese a ser siempre gramatical y semánticamente correcta —como mirar una imagen generada por IA y saber inmediatamente que algo no cuadra—, porque al final la traducción ha sido casi lo de menos.
La historia no está mal, pero le falta sangre. No lo recomiendo y no seguiré leyendo la saga. Una pena.
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