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El Metal Perdido | Brandon Sanderson | Mistborn #7

Llevo las últimas veinticuatro horas tratando de decidir cómo me siento respecto a este libro y la conclusión a la que he llegado es que sí, me ha gustado, pero no me ha dejado satisfecho. No como un final de saga debería. Permitidme que elabore. 

Metal Perdido Mistborn Sanderson


El libro empieza seis años después de Brazales de Duelo y las vidas de los personajes han cambiado bastante mientras no mirábamos. Wax es padre. La relación entre Allik y Marasi se ha desarrollado sin nosotros saberlo. Wayne y MeLaan van a dejarse, cuando apenas habíamos visto sus primeros escarceos al final de Brazales de Duelo... 

Este tipo de saltos no son algo malo per se, pero sí hacen las primeras cien páginas algo lentas, porque hay mucho de lo que ponerse al día, mucho que ha ocurrido entre libros. Pero de acuerdo. No pasa nada. Estoy acostumbrado y casi espero que los libros de Sanderson empiecen despacito. 

Además, con el arco narrativo de Wax prácticamente cerrado en el libro anterior, la novela eleva a Wayne, Steris y Marasi a la calidad de protagonistas principales. Lo cual, de nuevo, no veo como algo malo. De hecho, el personaje de Marasi me encanta. Pero distribuir la acción frenética, que hasta ahora había sido casi de thriller policíaco, en torno a cuatro personajes en lugar de uno, contribuye a hacer el arranque de la novela aún más lento. 

Y eso sin contar todas las concesiones y, a falta de una palabra mejor, entreactos, que se hacen para únicamente para ubicar y encajar a Scadrial en el gran ámbito Cosmere, que es donde creo radica ese algo que le ha faltado al libro para conquistarme. 

 

Para mí, el problema con El Metal Perdido es que trata de ser demasiadas cosas al mismo tiempo. Cierto, representa la conclusión a las aventuras de Wax y Wayne en su cruzada contra El Grupo, culminando en la esperada confrontación entre Wax y su hermana Telsin, pero casi la misma cantidad de tiempo y páginas se dedican a establecer otros elementos del Cosmere, que poco o nada aportan a esta trama, o a plantar semillas para futuras novelas.

Y no hablo de referencias veladas o guiños puntuales, como en cross-overs anteriores, que podían ser obviados o pasados por alto, sino de capítulos enteros dedicados, por ejemplo, a mostrar quiénes son, qué pueden hacer y qué buscan los Sangre Espectral, un grupo cuya relevancia hasta ahora parecía reducida a la saga de El Archivo de las tormentas; o a explicar los objetivos, planes y ambiciones de la esquirla Autonomía; o a introducir la situación actual con Shadesmar o los nuevos métodos para crear perpendicularidades, o a los éteres, una raza nueva de otro planeta, con un nuevo conjunto de habilidades y que solo podemos asumir que se introducen aquí en preparación de novelas por venir. 

Es evidente que Scadrial tiene un papel importante a jugar en los planes de Sanderson para la era espacial del Cosmere, y no digo que todas estas cosas no me interesen, ni que no me gusten. Me encantan. Ya digo que la novela me ha gustado, pero la intromisión de tantos otros elementos acaba por robar un poco el protagonismo a la historia supuestamente central del libro. 

El final deja más cosas abiertas que resueltas, y más preguntas que respuestas. Y pese a todo lo épico y emotivo que podría haber sido, no me ha dejado con las sensaciones propias de un clímax. No he sentido ni la satisfacción de una aventura que toca a su fin, ni el agridulce vacío al despedirme de unos personajes; sino la indiferencia y la vaga curiosidad de un punto y aparte en los compases iniciales de una novela.

Resulta que la suma de dos cosas que me gustan, cuando se estorban entre sí, no es algo que me gusta el doble. Sino algo que me satisface la mitad. 

Todo esto me lleva a una reflexión que llevo germinando de un tiempo a esta parte con las novelas de Sanderson que, repito, me encantan, y es: ¿cuándo demasiado es demasiado? 

La idea del Cosmere como un universo literario interconectado me fascina. Soy de los que llevan cuadernos de notas para las novelas de Sanderson, con conexiones y apuntes; de los que leen la Coppermind con asiduidad, para estar al día de la información que revelan en firmas y eventos, y que nada, ningún detalle, caiga en el olvido. Me encanta especular sobre lo que va a pasar, sobre lo que ciertas cosas representan, me encanta debatir y compartir teorías. 

Pero aún así, creo que se nos está yendo de las manos. 

Cuando todos los libros confluían hacia El archivo de las tormentas, era manejable. Cuando las referencias a otras novelas eran sutiles, pequeños quiños que si te dabas cuenta bien, pero si no también, la cosa se podía seguir. Pero estamos llegando a un punto en que unas historias irrumpen en otras, en que ya no puedes disfrutar de la experiencia de leer una historia sin tener en cuenta cómo conecta con este o aquel otro libro, en el que el orden de lectura de las novelas empieza a volverse un laberinto, y con la creciente presión de que no puedes saltarte ninguna, porque ve a saber con qué va a conectar o qué va a revelar. 

Y no sé hasta dónde ni hasta cuándo vamos, o al menos voy, a poder seguir este ritmo. 

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