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Así se Pierde la Guerra del Tiempo | Amal El Mohtar y Max Gladstone

A pesar de haber ganado los premios Hugo, Locust y Nebula, esta novela no puede sino recordarme al clásico El Fin de la Eternidad de Asimov. No es que quiera quitarle mérito, pero las similitudes están ahí. 

Pierde Guerra Tiempo Amal Mohtar Max Gladstone

Un agente de una organización que trasciende el tiempo se dedica a alterar el pasado para reescribir el futuro de acuerdo a los intereses de su facción. Hasta que un día conoce a alguien y se da cuenta de su soledad, se obsesiona con esta persona y empieza a salirse del patrón establecido para interactuar con ella, hasta terminar por transgredir todas las reglas. 

Salvo que en este libro en lugar de uno, hay dos agentes, de agencias opuestas, cada una tratando de doblar la línea del tiempo a su favor —una hacia un futuro individualista y cíber-tecnológico, otro hacia la armonía de una mente colmena gobernada por esporas—, y a quien conocen y por quien deciden nadar a contracorriente, es la otra.


Sin embargo, lo que hace al libro destacarse de entre otros que han intentado algo parecido y diferenciarse de El Fin de la Eternidad, no es meramente la existencia de estas dos protagonistas especularmente antagónicas, sino cómo intercala la narración omnisciente con el género epistolar para ir desgranando la historia; una historia que empieza como rivalidad profesional y termina por convertirse en mucho más, hasta amenazar y poner en jaque los intereses no de una, sino de las dos facciones que las protagonistas representan.

Como todo libro con viajes en el tiempo, hay que recablearse un poco el cerebro a la hora de leerlo, y asimilar la idea de que la causalidad de los eventos no tiene porqué ir del pasado hacia el futuro, sino que puede ocurrir al contrario; o que la escena que estas leyendo puede ser la causa de otra que ya has leído. Es anti-intuitivo, pero las novelas de viajes en el tiempo tienen estas cosas.

Lo cierto —y esto me ha sorprendido bastante—, es que pese hacer uso extenso del género epistolar, donde los personajes hablan con naturalidad de las cosas, sin muchas concesiones a la exposición o la explicación, el libro logra introducir escenas bastante complejas de una forma digerible para el lector. Y no me refiero solo a elementos de ciencia ficción, como viajes en el tiempo, la rotura del causa y efecto, o las "sociedades" futuristas a las que las protagonistas pertenecen, sino conceptos más introspectivos, como la soledad que ambas sienten —que es precisamente lo que las lleva a empezar a cartearse—, pese a que cada una, una individualista y la otra parte de una mente colmena, definan esa soledad de forma distinta. 

Las formas en que los personajes alteran el pasado también me han parecido muy diversas y originales, y no entro en detalles, por evitar desvelar nada, pero hay un par de escenas que se me han quedado grabadas en en la mente. 

Y el giro final, por supuesto, me ha encantado. No necesariamente por el desenlace, sino por el hecho de que todo estaba ahí, desde el principio y no lo ves, y no lo ves, y no lo ves, hasta que de golpe todo encaja. Es todo lo que ya he dicho de que la escena que estás leyendo es la causa de otras que ya has leído, y lo que se ha desarrollado cronológicamente desde el punto de vista de un personaje no tiene porqué desarrollarse en el mismo orden desde el punto de vista de otro personaje capaz de saltar en el tiempo. Todo ese concepto, ensalzado en el final para cerrar el libro de la forma más redonda posible. 


En general, el libro me ha gustado mucho. Es bastante cortito, se lee con facilidad y pese a lo delicado que es escribir historias cuando la continuidad del tiempo pasa a ser algo flexible, queda todo muy bien atado al final. Si habéis leído El Fin de la Eternidad de Asimov o Los Gigantes Dormidos de Sylvain Neuvel, este libro es un poco reminiscente de ambos. Lo recomendaría para quien le gusten los libros de viajes en el tiempo o la ciencia ficción en general, y os instaría a no dejaros disuadir por las etiquetas de romántica o LGTB que le ponen en algunos estantes, porque no es algo que tenga una transcendencia ni secundaria siquiera en el desarrollo la trama.

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