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Neimhaim | Aranzazu Serrano Lorenzo

Acabo de terminarme Neimhaim, y lo suyo me ha costado, porque el libro es largo. Y no es que me sienta intimidado por sus casi novecientas páginas libros más largos he leído, pero el libro es innecesariamente largo. Incluso hay una sección al final con una lista de escenas eliminadas y enlaces a la página web donde poder leerlas. Sí, no estoy de coña. El libro era aún más largo en su concepción, y la autora es tan incapaz de filtrar contenido, que simplemente las desplaza a otro medio. La historia está muy bien y Aranzazu escribe genial, pero el libro tiene demasiada paja, especialmente en el segundo tercio. Luego hablaré más de eso, por ahora vamos con la trama. 

Neimhaim Aranzazu Serrano


Neimhaim cuenta la historia de dos clanes, aparentemente opuestos en todo, pero unidos ante la adversidad, y sigue la consumación de la profecía de los reyes blancos, venidos a unificar estos pueblos y traer una nueva era de esplendor. 

Luego hay una ambientación nórdica, sobre todo en los aspectos más mitógicos o religiosos, en los nombres y en los paisajes, pero no es más que una pincelada. Quiero decir, luego el ejercito se compone de caballeros de brillante armadura y las ciudades tienen altas murallas, como si nos encontráramos en Europa central durante la alta edad media y no en Escandinavia durante la época de los vikingos, pero eso es lo de menos.


Lo cierto es que el primer tercio del libro está genial: se nos introduce al mundo y los personajes, se establece la compleja relación entre Ailsa y Saghan, se plantean las diferencias entre los dos clanes; todo ello sin necesidad de grandes secciones de exposición. Esta parte está muy centrada en los dos protagonistas: descubrimos el mundo con ellos, a través de sus ojos y de las distintas formas en que son educados por sus clanes, y les cogemos cariño por el camino.

Pero quizá lo más sorprendente es que este primer acto comienza antes del nacimiento de los dos protagonistas y culmina con su coronación dieciocho años más tarde, y pese a emplear importantes elipsis temporales, la historia no da la impresión de ir a saltos o dejar nada en el tintero. Vemos la relación de los personajes evolucionar poco a poco y les acompañamos en los momentos más decisivos. La relación entre los dos protagonistas, y entre estos y su reino, está muy bien construida, desde el principio hasta el final de la novela.

Hay un par de personajes más por ahí, que no sabemos muy bien quiénes son, qué hacen o qué pintan en la historia, pero su participación en esta primera parte es casi testimonial, e incluso contribuye a crear algo de misterio.


Luego llegamos a la página 260 y aquí es donde el libro entra en un muy flojo segundo acto, y creo que esto se debe a una conjunción de varias causas. 

En primer lugar, el ritmo de la novela baja varias marchas. Si en 260 páginas han pasado casi dos décadas, en las 600 restantes, va a pasar solo un año. Además, hasta este punto la acción seguía a un reducido grupo de personajes en una única localización, por lo que cada escena hacia avanzar la trama de forma significativa. 

Ahora, no solo se introducen más personajes y puntos de vista, sino que estos se separan y la acción debe repartirse entre varios lugares, por lo que se necesitan muchas páginas para que cualquiera de las líneas narrativas avance algo. 

Pero lo peor es que muchos de ellos realmente no están haciendo nada o tratando de avanzar la trama en sus historias, y parecen simplemente estar haciendo tiempo a que sea la historia la que llegue hasta ellos, como si los capítulos solo sirvieran para recordarnos que ese personaje está en el libro. Por ejemplo, Ailsa no trata de resistirse ni de adaptarse a su sino, simplemente está, se nos describe dónde está, cuál es la situación, pero ella no trata proactivamente de conseguir o hacer nada. 

Y ese es el segundo problema. Durante el primer acto, todos los personajes tienen un objetivo claro, y cada paso y obstáculo que superan va dirigido a alcanzar ese objetivo. En este segundo acto, los personajes simplemente están. O no tienen un objetivo, o lo abandonan rápidamente y simplemente dejan que sea la trama la que llegue a ellos. 

Saghan es el único un poco proactivo, pero su plan no tiene sentido. Atención: pretende seguir a un caballo mágico, a través del mar, hasta Ailsa, que está en una isla. ¿Va a poner el caballo a proa e ir girando el timón según este incline la cabeza o cómo? ¿O lo va a echar a ver si nada y remar detrás?


Por suerte, eventualmente el libro llega a su tercer y último acto. y esas últimas 250 páginas del libro son una maravilla. Están cargadas de momentos dramáticos, de intrigas políticas, de sacrificios, de lealtades divididas, de abrazos, juramentos y épicas cargas de caballería. Es brutal lo que logra hacerte sentir, pese a que muchos de los personajes que toman parte en esas escenas se introducen o solo cobran protagonismo en este tercer acto.

Me han gustado particularmente las escenas que ilustran uno de los mensajes principales del libro, y es que los mayores aún ven a su pueblo como dos clanes distintos, con infranqueables barreras que los dividen pese a su alianza, pero para sus hijos no hay tal distinción, y las barreras se diluyen. Es un mensaje precioso y la escena de Aitne lo ilustra a la perfección. Si lo leéis, ya sabréis de qué hablo. 


Por último, tras novecientas páginas centradas en Saghan, Ailsa y su destino, el libro termina dejándonos claro que la historia no va sobre ellos, sino sobre la profecía de los reyes blancos, de los cuales ellos son solo la primera generación. Esto me gusta porque te permite tomar el libro como una novela autoconclusiva sobre estos dos personajes, pero deja perfectamente abierta la continuación de las historias en este mundo para su secuela. 


Y hasta ahí la trama: gran primer acto, fantástico final, tedioso nudo central. Y ahora vamos con lo que realmente no me ha gustado. 

Quien haya leído el libro se dará cuenta de que he omitido por completo ciertos personajes que aparecen durante el segundo acto del mismo, y es porque aparte de añadir páginas, no aportan absolutamente nada a la trama. Podrías quitar a Vije, Illzar y Lhuan del libro, y todo ocurriría de la misma forma. Ni siquiera participan en la confrontación final. 

Entiendo que aparecen en la novela porque sus descendientes tendrán importancia en los libros siguientes, pero al menos dales algo importante que hacer. Que haya algún reto que Saghan y Aisla no puedan superar de no ser por su ayuda, y quiero decir algún obstáculo relevante para la historia. Si un personaje secundario te mete en un aprieto secundario sin conexión con el resto de la trama y luego ese mismo personaje te saca de él, sin que el protagonista experimente cambio alguno por sus molestias, toda esa subtrama podría eliminarse sin alterar la historia. Y eso es exactamente lo que pasa aquí. 

Incluso en mitad del clímax del libro, tenemos que interrumpir la retransmisión para que Lhuan nos cuente la historia de su juventud. Pues me da como igual. ¿Podemos volver ya a Ailsa y su duelo?

Me gustaría que todas las páginas y el tiempo que se dedica a estos personajes inconsecuentes se dedicara en realidad a los personajes que aparecen en el tercer acto y que sí forjan el destino de Neimhaim con sus actos, de forma que todo lo que ocurre en el tercer acto tuviera aún más peso emocional. 


El otro aspecto que no me ha gustado, es que el libro siempre te explica las cosas a posteriori, especialmente cuando tienen algo de magia o misticismo detrás, y creo que eso es un error. 

Vemos a un personaje a punto de hacer algo y otro le grita "¡No, no lo hagas!", pero no sabemos a qué se debe su preocupación y advertencia, y por tanto no podemos participar de la difícil decisión que el personaje está a punto de tomar. Vemos al villano tejer planes, pero hasta bien pasada la ejecución de los mismos, no sabemos cuál era su objetivo.

Personalmente, me implico y me involucro mucho más en las historias cuando se qué está pasando, por qué, qué es lo que pueden hacer los personajes, qué es lo que no, qué está en juego, cuales son las consecuencias. Sin toda esta información, las cosas simplemente... pasan. Y como lector las veo con indiferencia. 

Oh, ¿se van a enfrentar a una tormenta de nieve? Sería una pena si el personaje que puede controlar la nieve perdiera ahora sus poderes. Qué conveniente, ¿no? Luego me lo explicas, sí, cien páginas más tarde, pero en el momento, parece algo artificioso y fortuito, que simplemente ocurre para que la trama pueda avanzar. 

Lo mismo ocurre si me explicas las reglas de la profecía cuando esta ya ha tenido lugar. Pues está muy bien, pero yo cuando han pasado las cosas no he entendido nada y me he quedado con cara de póker. Plantéame la profecía primero, pero de forma vaga, de forma que solo cuando esta tenga lugar yo me de cuenta del engaño, o quizá de forma que vea claramente como los personajes la van a liar, haciéndome leer en tensión cada línea, tratando de pensar muy fuerte en ello a ver si se dan cuenta de su error. 

Pero si los personajes llegan, hacen algo, pasan cosas malas porque sí, y luego dices que estaba escrito en la profecía de la que ni ellos ni yo sabíamos nada, pues he leído ese momento decisivo con indiferencia, y ahora me encojo de hombros y sigo leyendo. 

¿Y sabéis dónde esto pasa una y otra y otra vez? Exacto, en el segundo acto. Las cosas pasan, y la explicación igual llega cien páginas más tarde. 

Personalmente creo que el libro brilla cuando se centra en el lado más humano de los personajes, en sus relaciones, lealtades, rencillas y disputas, sobre todo en lo referente a los dos clanes y el difícil equilibrio sobre el que se sostiene su alianza, donde las motivaciones son evidentes y todos podemos entender el porqué de las cosas; y sin embargo, fracasa cuando empieza a meter dioses, magia, profecías y demás elementos sobrenaturales con explicaciones vagas, tardías y a medias.


Y esto me lleva a hablar de la magia en este libro. Es un sistema de magia muy blando, y eso no es algo malo per sé, pero creo que es algo que hay que saber, porque yo personalmente estoy un poco cansado ya de poderes que se activan y desactivan a conveniencia del guión, de habilidades que despiertan solo cuando nuestro héroe está a punto de morir, y de sucesivos ejercicios de suma improbabilidad cuya única justificación es que las hilanderas así lo han tejido, o porque está escrito en el entramado, o, ya que nos ponemos, ¿por qué no decir que la rueda gira según sus propios designios?

Y sí, sé que el destino y las profecías son un elemento muy importante en la mitología nórdica, pero puede alguien explicarme porqué Saghan es capaz de curarse a sí mismo cuando le cortan la garganta, pero no es capaz de curarse una cicatriz que tiene en la cara. ¿No? ¿No hay motivos más allá de que luego haya otro personaje que se le parece mucho y necesitamos una forma de diferenciarlos? ¿No? Pues vale, no tengo más que decir al respecto. Bueno, sí. ¿Puede alguien explicarme por qué, de las dos veces en que tienen que decidir entre ir en una imprudente línea recta hacia al norte o tomar un rodeo, el caballo mágico, que según el libro sigue el camino más corto hacia Ailsa, toma una decisión distinta? A ver si es que, en lugar de ir en línea recta hacia ella, va en línea recta hacia donde se encuentra la trama...


El último punto del que quería hablar son los nombres, y habrá quien diga que es ponerse quisquilloso, pero es que a mí me distrae mucho. La gran mayoría de los nombres de este libro son, o bien palabras alemanas cogidas al azar o atracciones turísticas de Islandia, y sin cambiar una sola letra. ¿Qué fracción de sus lectores hablan alemán y han estado recientemente en Islandia? Seguramente pocos, pero los que marquen esas dos casillas, se van a dar cuenta.

Luego están los nombres referentes a la mitología. Por algún motivo que escapa a mi entendimiento, algunos se usan tal cual (Wotan, Hella, Tyr o Freyja), otros han sido sustituidos por nombres inventados (dasarin y verkuur en lugar de Ljosalfar y Dokkalfar, o simplemente elfos), y otros que se niega a pronunciar, igual porque son los más conocidos, como Odin, Thor o Loki. 

Pero lo que me resulta más confuso es la partícula "-haim" al final del nombre de los reinos, porque al principio de la novela, nos dicen que Neimhaim se llama así porque es la unión de las palabras Neim y Haim, que significan fuerza y espíritu y representan a los dos clanes; pero luego descubrimos que todos los reinos, humanos o de la raza que sea, se llaman algo que acaba en haim, utilizando la denominación habitual de la mitología nórdica, en la que haim significa hogar, de forma que, por ejemplo, Vanahaim es el hogar de los vanar. Se que es una tontería, pero desde que se da nombre al reino al principio del libro, no pude parar de pensar en ello.   


Eso es todo. Me ha quedado una reseña un poco larga, pero es que el libro es largo, y había muchas cosas que contar. Y pese al tono crítico de estos últimos párrafos, el libro está bien, me ha gustado. Creo que para quien no le importe un sistema de magia sin muchas reglas y una trama en la que las cosas ocurren porque está escrito en el destino, es una lectura bastante recomendable. En el segundo acto hay que perseverar y hacer un esfuerzo por seguir adelante, pero está tan bien escrito, y el primer y tercer acto son tan buenos, que quiero pensar que todo esto merecerá la pena en el contexto de la saga como un todo. 

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