Continúan las aventuras de Drizzt y, aunque el personaje me gusta y el libro está bien, como suele pasar con muchas segundas partes, dista de estar a la altura de su predecesor. Aunque hay un salto de diez años entre libros, esta segunda parte empieza en la misma tónica que terminó La Morada. Por un lado, continúan los juegos de poder en Menzoberranzan, con Malicia y compañía enredados en sus luchas, y donde se introduce al personaje de Jarlaxle, otro emblemático de Dragones y Mazmorras y que da mucho juego. Por otro lado, Drizzt se debate entre sus principios y la cruda realidad del mundo en el que vive, que en este caso son las cavernas de la antípoda oscura, plagadas de monstruos y peligros. Y el mayor de estos peligros no es nada externo, sino la soledad, y la forma en que el cazador superviviente y carente de emociones se va imponiendo a la personalidad del elfo que conocemos. Me gusta mucho la idea del guerrero que puede vencer a cualquier enemigo al que se enfre...