Cuando empecé este libro, pensaba que le iban a sobrar más de la mitad de las páginas. Un viejo gruñón, llega una familia con niños que eventualmente le ablandarán el corazón, un par de flashbacks de su juventud... en veinte páginas creía haber visto todo lo que había que ver. Me equivocaba. La trama sigue a un viejo gruñón y maniático, de esos de de que dice «esta juventud...», mientras juzga a sus vecinos desde el porche, y que está empeñado en que hay una forma correcta de hacerlas cosas, la suya, y en que las cosas deberían ser como siempre han sido. Hasta ahí no me había desviado. Pero resulta que ese hombre quiere suicidarse, porque su mujer a fallecido, y le han prejubilado del trabajo, y ya no tiene motivo para seguir viviendo. Por desgracia, no paran de interrumpirle. Que si el inútil que no sabe aparcar marcha atrás, que si el inútil que no sabe sangrar sus radiadores, que si la embarazada con los niños, que si el inútil que no sabe leer un cartel y conduce u...