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Empire of the Vampire | Jay Kristoff

De los cinco libros que he leído de Kristoff, este me ha parecido el mejor con diferencia, lo cual no quiere decir que todo sean halagos, o que se merezca más que las tres estrellas de un «liked it». 

Empire Vampire Jay Kristoff

Empecemos por lo bueno. La historia, o debería decir, las partes de la historia que llegamos a ver (más sobre eso luego) me han gustado mucho. Narrada por el propio protagonista, Gabriel de León, a un historiador, la trama tiene tensión, acción y momentos dramáticos en abundancia... Quiero decir, es un libro sobre un cazavampiros. ¿Qué otra cosa se podía esperar? 

El libro apenas te deja coger aliento. Es oscuro, cruel y sangriento, y sus personajes son fruto de un mundo sin sol y una brutal guerra contra los vampiros: son duros, insensibles, soeces, y la descripciones y opiniones de Gabriel no son precisamente para todos los públicos. No tengo nada en contra, y cualquier otra cosa hubiese roto la inmersión, pero es algo que hay que saber de antemano. 

De los personajes no tengo gran cosa que decir —están ahí, cumplen un propósito, desempeñan su papel, pero no tienen mayor profundidad—, con excepción del propio Gabriel. Es competente, carismático, tenaz. No se anda con rodeos, ni se muerde la lengua, ni hace prisioneros. Un gran líder para la novela, como protagonista y narrador, al que el autor complementa con dos contrapuntos perfectos en Astrid, una femme fatale en todo el sentido de la palabra, y la amnésica espada mágica  Ashdrinker, que aunque me encanta como concepto, es una flagrante copia de Sangre Nocturna, la espada mágica de El Aliento de los Dioses. 

Y hablando de copia —este párrafo va a entrar un poco en territorio spoilers, así que saltároslo si lo consideráis—, no me di cuenta al principio, pero a medida que avanzaba la novela, he tenido la creciente sensación de que la trama y los motivos en torno al arco de Dior se parecían muy mucho a los de Last of Us... pero mucho, demasiado, hasta el punto de fastidiarme el final por verlo venir a leguas de distancia. Fin de los spoilers.  


De vuelta a salvo y ya libres de peligro de spoilers, hablemos de la ambientación, porque es un punto que me tiene dividido. La estética gótica y las ideas centrales, en torno al personaje, y su orden de cazavampiros están fenomenal. Los poderes de los distintos linajes de sangre, el cómo enfrentarlos y combatirlos, la tentación y la corrupción que sufren los cazavampiros, las leyes y preceptos de la orden de San Michon, las armas y el equipo que usan... Todo está bien pensado, detallado y desarrollado, y nada lo ilustra mejor que el Aegis, una idea brillante que no había visto nunca.

Dado que los vampiros atraviesan metal con sus garras como un cuchillo caliente corta mantequilla, pero la plata los quema y no soportan la visión de símbolos religiosos, en lugar de llevar armadura, Gabriel y sus hermanos luchan a pecho descubierto, protegidos por el Aegis: intrincados tatuajes de plata en detallados motivos religiosos. Es brillante. Tiene la misma protección que con cualquier armadura, ninguna, pero los vampiros no pueden mirarles y si les tocan se queman. Brillante os digo, y con el beneficio adicional de crear una estética distintiva para estos personajes. 

Ahora bien, en cuanto te alejas lo más mínimo de ese núcleo temático central, toda la ambientación se desdibuja. Es una Europa medieval genérica, en la que los personajes sueltan alguna palabra en francés por aquí y por allá. Dicen chevalier, y chateau y oui en lugar de caballero y castillo y sí, y ya está, nos damos por satisfechos. 

Es como si lo hubiera hecho con pereza y es una pena, porque tiene esas ideas tan buenas en torno a las que construir un mundo diferente, pero en su lugar decide dedicarle el mínimo esfuerzo. ¿Para qué esforzarse? La Fé. Es el cristianismo al que le ha cambiado los nombres. Está el redentor, que es el hijo de Dios, la doncella madre, la rueda como símbolo de la Iglesia porque el redentor fue ejecutado en una rueda por los adoradores de dioses paganos ¿Dónde he visto yo esto antes? Y así todo. 


Finalmente llegamos a lo que realmente no me ha gustado de la novela, porque todo lo anterior lo puedo perdonar e incluso ignorar, y es lo desestructurada que está toda la narrativa. Me explico. 

Hay tres líneas argumentales: el presente, en el que un Gabriel viejo (pasados los 40) cuenta su historia a un cronista; el pasado, en el que un Gabriel joven (16 años) se une a la orden de San Michon y lucha contra los vampiros; y un punto intermedio, en el que un Gabriel adulto (32 años) se ve implicado en la compañía del Santo Grial. Ah, sí, aquí también hay Santo Grial. Muy original todo. 

En cualquier caso, a lo que iba. Cabría imaginar que la historia del Gabriel joven llegará hasta el punto en que empieza la historia del Gabriel adulto, pero no. Igualmente cabría pensar que la historia del Gabriel adulto llegaría hasta el punto en que empieza la del Gabriel viejo. Pues tampoco. El resultado son tres  trozos de la historia, con dos océanos de nada entre medias, y luego un flashback de un capítulo, como una isla en el centro de uno de uno de esos océanos. 

Pero no queda ahí la cosa. Resulta que la narración va saltando de una línea temporal a otra porque sí... Es decir, el motivo para narrar a saltos es ocultar información al lector y llevarle a una gran revelación más tarde, pero no hay ningún motivo narrativo para ello. Gabríel está contando su vida a un cronista. No tiene motivos para ir a saltos y, aunque decidiera ir a saltos, no tiene motivos para ocultar información. Por ejemplo, si el conoce la identidad de alguien, aunque lo desconociera en el momento del pasado que está narrando, no tiene motivos para mentirnos en el presente o, como mínimo, debería añadir un «entonces aún no sabía lo que se ahora».

Entiendo la necesidad de adelantar acción a las páginas iniciales de la novela, y de crear misterio, pero el resultado es una lectura que no es satisfactoria. Digo más, resulta engorroso. Incluso uno de los personajes, el historiador, en un momento dado se cabrea y le dice a Gabriel que cuente las cosas en orden, y debe ser que el autor cree que por reconocer que está narrando a saltos y mostrar que él lo sabe y que los personajes lo saben, eso le redime y expía de este pecado. Pues no. Es incomodísimo leer así. 


En resumen, este es un libro del que, si hago zoom, si cojo escenas sueltas y conceptos aislados, si pienso en un solo fragmento e ignoro todo lo demás, me gusta. La estética, la ambientación, la imaginería, la acción...  genial, me encanta, y me encantaría usarlo como inspiración e incorporar algo similar a un relato o una partida de rol. Pero cuando amplio el foco y veo todo el libro en su conjunto, con su narrativa desordenada e incompleta, la forma artificiosa en la que oculta la información, y esa ambientación global en la que el sol ha muerto pero da igual y el francés parece añadido solo para cumplir una cuota, mi opinión del libro cae en picado. 

No diría que es horrible, no trataría de disuadiros si queréis leerlo, pero tampoco creo que sea como para recomendarlo o ir corriendo a la librería a buscar una copia. 

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