Voy a ser breve (aunque sea por una vez). Este libro no solo es brillante, sino que supone un tremendo avance con respecto a su predecesor. En todo. En la complejidad y alcance de la trama, en el desarrollo de los personajes, en la tensión, en los conflictos que plantea, en la profundad del mundo y su cultura... ya lo dije en febrero con Jade City, pero reitero, esta trilogía va a ser de lo mejorcito que lea este año.
Fonda Lee pasa de una historia ubicada a una sola ciudad, a un conflicto que se expande a lo largo y ancho de múltiples naciones, sin aparente esfuerzo. Amplía el alcance de su historia, sin apartar la atención de los personajes, sus emociones y sus conflictos. Salta de un mundo de luchas entre clanes y peleas callejeras, a una trama cargada de juegos de influencia, intrigas políticas, chantajes, pactos, alianzas, juegos de poder y presiones de una y mil partes.
Cierto es que, salvando una escena hacia la mitad del libro (y pedazo de escena), el libro tiene considerablemente menos acción que su predecesor, pero la trama está tan bien tejida, que ni te das cuenta o lo echas en falta. Poco a poco, la historia, que se expande a lo largo de tres años, va aumentando la tensión, subiendo las apuestas a cada capítulo, a veces sin que te des cuenta. Sin llegar a abrumarte, pero sin bajar el pie del acelerador, la autora va poniendo cada pieza en su sitio, para llevarte a unas cien últimas páginas de absoluto infarto.
He tenido que hacer un verdadero esfuerzo para no empezarme el tercer libro a renglón seguido.
Si habéis leído Jade City y os gustó, creedme, esta secuela no os va a decepcionar. Y si no conocíais esta saga, os la recomiendo encarecidamente. Aquí os dejo mi reseña de Jade City, por si queréis leer más sobre el tema.
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