Ir al contenido principal

Navola | Paolo Bacigalupi

Menudo tostón de novela. El ritmo es tan lento que haría bostezar a la eternidad, no hay gancho ni propósito, la trama no va a ningún sitio, la fantasía brilla por su ausencia, cualquier pretexto de tensión es como ver una caída a cámara lenta, los personajes son completamente unidimensionales y el protagonista tiene el carisma de una piedra mojada. 

Tras casi seiscientas páginas de absolutamente nada, el último acto trata de remontar un poco, pero solo para alcanzar un "final" abierto que dista de saber a cualquier cosa que se parezca a un clímax. 

Navola Paolo Bacigalupi


Los problemas con esta novela son tantos, y de tal magnitud, que no sé ni por dónde empezar. 

Devico es un pan sin sal, tanto como narrador, como en su papel de protagonista. Jamás había leído un libro en el que el personaje principal tuviera tan poca presencia. En seiscientas páginas no hace absolutamente nada. Ya no es solo falta de proactividad, objetivos o ambiciones. Es que a veces ni siquiera reacciona a lo que ocurre. Un cono de tráfico habría contribuido más al desarrollo de los acontecimientos. Las cosas simplemente ocurren a su alrededor y él se deja arrastrar por otros personajes o los propios acontecimientos.

Y eso tendría un pase si lo que ocurriera a su alrededor fuera interesante, o si el resto del elenco tuviera algo de gracia. Pero no. 

He visto charcos con más profundidad que estos personajes, y la trama... la trama es como un barco sin rumbo ni timonel. Va dando tumbos por la infancia de Devico, sin un propósito claro. No se mueve por voluntad de los personajes, o por arcos narrativos, o por ningún tipo de conflicto. Simplemente... ocurre. 

Hay un capítulo en que se pierde en el bosque, y tú dices, «ah, ahora es cuando pasa algo que ponga esto en marcha», pero no, es solo una anécdota del día que se perdió en el bosque, que no tiene consecuencias, ni se vuelve a mencionar y que, en esencia, no aporta nada que justifique su existencia. No caracteriza al personaje, ni le hace evolucionar; no nos dice más sobre el mundo que este habita, ni introduce un elemento que tendrá relevancia más tarde...

Y así una situación tras otra (cuando se escapa de casa, cuando descubre que su hermana va a reuniones secretas con otros nobles, cuando descubre que tiene un hermano bastardo que podría disputarle la herencia) en la que dices «ahora sí», pero no. Incluso a la mitad del libro, con el intento de asesinato, el complot, y ese momento en que Devico hace uso de algo que pudiera ser magia, cuando parece que la historia va por fin a arrancar... pum, toma chasco. Es otra anécdota en el camino, otra escena intrascendente, planteada y resuelta en dos capítulos, lista para no volverse a mencionar. 

Lo que prometía una trama de política e intriga palaciega queda en casi seiscientas páginas de absolutamente nada. Leer este libro es el equivalente literario de caer víctima de la rutina. Como seguir mascando un chicle cuando ya no tiene sabor. Hasta el ojo de dragón de la portada, y con el que arranca el primer capítulo, termina siendo poco más que un pisapapeles. Uno de los elementos más interesantes de la novela, completamente desaprovechado. 

Y aún no he dicho nada del estilo y la prosa, pero os lo podéis imaginar. Sosa, insulsa, sin ningún tipo de carácter, y haciendo un descarado abuso de palabras en italiano, o que suenan a italiano, para vendernos la ambientación. Lo cual, de entrada, me parece una forma bastante burda de crear inmersión, pero al menos, siendo el español y el italiano lenguas romances, más o menos entiendo lo que pretende decir. No quiero ni imaginarme lo que pude suponer leer este bodrio cuando en una de cada tres frases hay palabras que no puedes ni buscar en el diccionario y que tienes que imaginar qué puñetas significan. 


Libros como este me hacen plantearme qué clase de proceso editorial pasan los manuscritos, y cómo es posible que nadie haya dicho «oye, macho, este capítulo, ¿para qué sirve? Porque si no aporta nada, lo quitamos, ¿no?».

La historia realmente arranca en el último acto, que está francamente bien, pero para entonces ya es demasiado tarde. Habrá lectores que hayan abandonado el libro mucho antes de llegar hasta ahí, y después de tanta escena vacía y palabrería vana durante tantas páginas, por supuesto no da tiempo a que el protagonista se agarre los machos, decida hacer algo, y se alcance algún tipo de resolución medianamente satisfactoria. 

Sinceramente, las primeras cuatrocientas cincuenta páginas tendrían que haber sido un prólogo de... 20 páginas. No más. Las ciento cincuenta finales podrían quedarse como están, pero luego le faltan otras, no sé, varios cientos más para dar algún tipo de cierre a la historia. Es como si El Conde de Montecristo terminara cuando escapa de prisión. Ah, pues vale, ¿y la venganza?

En fin, que un desastre. No lo recomiendo. No lo toquéis ni con un palo. 

Comentarios