Me ha llevado más de un año terminarlo, pero únicamente porque lo estaba escuchando en audiolibro a dúo con mi mujer, y tenían que alinearse muchas cosas para ir avanzando, no porque no me haya gustado. De hecho, me ha encantado.
De la trama no quiero desvelar nada. Es todo una continuación de las situaciones planteadas en Ship of Magic. Pasan muchas cosas, la situación se complica y torna aciaga en casi todos los frentes, pero nada llega a una verdadera resolución, sino que queda más bien en un expectante «continuará».
Es cierto que se da respuesta a bastantes preguntas respecto a las serpientes, los dragones y la madera viviente, pero aun hace falta que las revelaciones, esas perlitas de información que van quedando aquí y allá, cristalicen en un colofón final.
Pero no os preocupéis, porque el atractivo del libro —y la gran fortaleza de Hobb como autora— no es la trama ni el misterio, sino el desarrollo de los personajes, y en ese aspecto le libro no os va a dejar insatisfechos. Las mejores escenas no son ni las más dramáticas, ni las secuencias de acción, ni las grandes revelaciones, sino las conversaciones entre personajes, con todo el subtexto que vuela con cada palabra y cada mirada. El capítulo 'Tidings', en concreto, en el que Brashen vuelve a Bingtown y les cuenta a las cuatro mujeres Vestrit lo que ha ocurrido con su barco, es oro puro. O cualquier choque de egos entre Malta y Cosgo... maravilloso.
De los personajes, hay dos que me han fascinado sobremanera. El primero es Kennit, por su complejidad, acentuada con cada cosa que hace o descubrimos de su pasado. Ni héroe ni antihéroe, antagonista pero no villano, es alguien a quien debería odiar pero por el que no puedo evitar sentir una cierta admiración y simpatía. El retorcido apego que le une a Vivacia, Wintrow y Etta lo hace aún más interesante y tengo unas ganas locas de ver cómo su trasfondo se entrelaza con el de Paragon.
Pero quien más me ha sorprendido —ya no solo en este libro, sino en todo lo que he leído a lo largo del año—, ha sido Malta. Ver su crecimiento de forma orgánica, desde ese personaje exasperante que era al final del libro anterior, cuya mínima intervención me hacía clamar al cielo, hasta algo casi podríamos decir que es heroico, ha resultado tremendamente satisfactorio.
En suma, Mad Ship me ha parecido una excelente secuela, rica en desarrollo de personajes y revelaciones sobre el mundo, y una lectura imprescindible si os gustó Ship of Magic.
Es un tanto lenta, lo admito, y sufre del síndrome que aflige a casi todo libro libro central de una trilogía, todo preparativos y poca resolución, pero si el tercer libro es capaz de aprovechar todo este trabajo para darnos el final satisfactorio que espero, The Liveship Traders corre el riesgo de convertirse en una de mis trilogías favoritas de fantasía. Desde luego, cada paso del camino está mereciendo mucho la pena.
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