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Last Mortal Bond (Unhewn Throne #3) | Brian Staveley

Para ser el último de la trilogía, las novecientas páginas de Last Mortal Bond se me han hecho bastante lentas. Es como si todos los personajes, viendo acercarse el final, hubieran decidido ponerse a hacer misiones secundarias antes de terminar el juego. 

Last Mortal Bond Brian Staveley

Gwenna y compañía vuelven a las islas a por pájaros, solo para verse atrapados en una subtrama nueva, con personajes nuevos, que luego resulta ser de lo mejor del libro —la cultura Kettral ha sido uno de los grandes atractivos de la saga desde el principio—, pero en comparación con el conflicto de dioses e inmortales que tenemos en marcha, estaremos de acuerdo en que luchar contra un traficante de droga y mafiosillo local parece un poco insignificante. 

Valyn ha tirado la toalla y se pasa los compases iniciales tratando de no verse involucrado en el conflicto, y para cuando se decide —le fuerzan, realmente— a hacer algo, ese algo es ir a por Belendin, que ya en el primer libro establecimos que era una pieza menor de la trama. Un paso atrás con respecto a su objetivo del segundo libro, que no era otro que derrotar al villano principal. 

Adare sigue dando vueltas como una peonza, que si confía en il Tonja, que si no; que si puede manipularlo, que si no; que si lo necesita, que si lo quiere matar, que si le hace un hijo... Está tan confusa que solo le falta atacarse a sí misma. Vamos, tan perdida como en el libro anterior, igual de insoportable, y yendo siempre de estupidez en estupidez. 

Kaeden es el único que parece interesado en avanzad la trama y resolver los verdaderos conflictos establecidos en el libro anterior, pero lo cierto es que salvo por un par de conversaciones tensas aquí y allá se pasa la vida corriendo por valles, riscos y montañas, en una extraña repetición de la huida del monasterio al final del primer libro. 


Todo esto no quiere decir que el libro no tenga nada que ofrecer, o que no trate temas interesantes. La idea del sacrificio y de personajes rotos, que aun así encuentran las fuerzas para sobreponerse y seguir adelante, está patente en toda la novela. La promesa estaba ahí, pero me ha faltado algo más para llegar a un final plenamente satisfactorio. 

Hay un capítulo, hacia la mitad del libro, en el que Tan da una reinterpretación de las motivaciones de personajes como Kiel, il Tonja o Triste, radicalmente opuesta a la que hasta ese punto hemos dado como cierta, y me parece maravilloso que ambas versiones cuadren a la perfección y mantengan viva la duda de si son csestriim colaborando entre sí o son dioses luchando entre sí. 

Por desgracia, esto solo sirve para ilustrar la inocencia o estupidez de los personajes, que no solo no se habían planteado otra posible "verdad" distinta de aquella que les cuentan, sino que pese a no ser capaces de rebatir los argumentos de Tan, deciden no hacerle caso. 

El extenso capítulo final, en el que confluyen y se resuelven todas las historias también me ha gustado, aunque sinceramente no creo que fueran necesarias tantas vuelvas y revueltas previas para llegar a ese punto. 

No entiendo tampoco la cantidad de muertes —cinco he contado— que no vemos y de las que solo nos enteramos ya a hechos consumados. Después de tanta preparación, me siento un poco robado de esos momentos finales de héroes y villanos, de esos instantes de máximo drama y sacrificio. 


Y ya por terminar mis quejas, no soporto a Adare, y no creo que merezca ser quien da la puntada final, en ninguno de los sentidos. Ese discurso... ¿qué mierda de discurso es ese? 

De los tres hermanos, Adare es la única que no ha sacrificado nada, ha ido de mala decisión en mala decisión, dando tumbos en la oscuridad, indignada porque nadie le dice la verdad, cuando ella es la primera que miente más que habla, y a la que pillan constantemente en un renunció. ¿Cuánto tarda Kaden en descubrir lo de Valyn? ¿Y lo de Triste? ¿Dos páginas? Me parece alucinante que después de dos libros siga pintándose en el papel de víctima, y culpando a Kaden de hacer todo lo posible por destruir el imperio, sin haberse planteado ni una sola vez que quizá, solo quizá, lo tuvo que hacer porque ella le usurpó el trono en primer lugar. 

Todo eso por no mencionar que, pese a que el libro no para de decirnos lo maravillosa que es, y lo lista que es, y lo abnegada que es, y todo lo que hace por mantener el imperio unido... únicamente nos lo dice. Lo que realmente vemos es equivocación tras equivocación y alguien que lo mucho o poco que consigue es siempre a través de otro, y jamás por méritos propios. ¿Derrotar a Uinian en el primer libro? Todo gracias a il Tonja. ¿Descubrir a il Tonja en el primer libro? Fue un ardid y una nota de su padre. ¿Escapar de il Tonja en el segundo? Con la ayuda de Lehav, a quien se encuentra por casualidad. ¿Reclutar a los Hijos de la Llama? Literalmente intervención divina. ¿Su "control" sobre il Tonja en el segundo libro? Gracias a Nira a quien, oh, sorpresa, también se encontró por casualidad. ¿Rescatar a Triste? Gracias al pirata y la ladrona. Y así con todo... 

Perdón por la perorata, pero es que no soporto esta clase de personajes. 


Volviendo al libro, al final lo mejor han sido Gwenna y la cultura Kettral, que es paradójicamente lo que menos tiene que ver con la trama principal del conflicto divino, el imperio, y los tres hermanos. El resto, ha tenido sus momentos buenos, pero también tengo la impresión de que hay mucho relleno. 

Sinceramente, siento que la trilogía empezó muy bien y con mucha personalidad, pero a medida que avanzaban los libros ha ido degradándose hacia una fantasía más genérica y de peor calidad. Una pena el potencial desaprovechado, porque The Emperor Blades prometía mucho, de la mano, sobre todo, de los Kettral, los monjes Shin y el misterio tras cada usuario de magia. 

Por desgracia, con la destrucción de las dos primeras instituciones, y en el momento en que los personajes dejan de enfrentarse a los magos con una mentalidad de 'hay que averiguar su fuente de poder y encontrar la forma de privarle de acceso a ella' para reducirlos a un simple 'hay que ponerle una flecha en el ojo', queda todo muy cojo. Y el verdadero problema es que nada toma el relevo. ¿El tema del vacío y de borrar la personalidad? Muy interesante, sí, pero no evoluciona desde el final de la primera novela. Es vueltas y vueltas a lo mismo sin aportar nada nuevo. 


En resumen, el libro no está mal, pero si llego a saber que iba a evolucionar así, me quedo con el primero y finjo que el resto de la saga no existe. 

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