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El Caso Bourne | Robert Ludlum

No sé cuántas veces habré visto la película de El Caso Bourne. Ninguna el tiempo reciente, pero cuando salió hace veinte años, estaba obsesionado con ella. Tampoco sé porqué hasta ahora no había leído el libro en el que estaba basada, porque me ha encantado. 

Caso Bourne Robert Ludlum


Lo primero en estos casos, debo decir que la película es una muy buena adaptación del libro. No es totalmente fiel, cambia ciertas cosas, pero captura muy bien la esencia y la identidad de la novela: el ritmo frenético, la acción constante, la pérdida de memoria, la persistente duda sobre quién es el bueno y quién es el malo... 

Con esto no quiero decir que el libro no tenga mérito y que si ves la película ya vas servido. Ni muchísimo menos. Lo que quiero decir es que si habéis visto la película, podéis haceros una muy buena idea de qué esperar de la novela.  


El Caso Bourne es un thriller de espías, cargado de acción e intriga. Un hombre despierta en una isla del Mediterráneo, no sabe quién es, no conoce ni su nombre, pero tiene un microfilm insertado en la cadera con una dirección y un número de cuenta bancaria. En la búsqueda de su identidad, no tarda en descubrir que tiene unas excepcionales habilidades para la violencia y el sigilo, y que alguien que le quiere muerto va tras su rastro.

Esa es la premisa de la novela, las páginas de apertura, y la trama no hace sino complicarse desde ahí con numerosos giros y revelaciones, redes de informantes, agentes dobles, y programas de espionaje secretos. 

Destilado hasta sus componentes más básicos, la trama es un cóctel de investigación y persecución constante, desde el minuto uno, hasta el final en la página seiscientos. Y cuando digo constante, quiero decir constante. El libro no para. No baja el ritmo. No hace sino apilar tensión, sobre más tensión, sobre aún más tensión. No te da tregua, ni a ti, ni a los personajes. Hasta el punto en que no quieres dejar de leer para saber qué pasa, pero necesitas parar de leer para tomarte un respiro. Es frenético, e intencionalmente, para que el lector comparta la sensación de apremio y agobio que siente el protagonista. 

Además, este es de los libros que hay que leer atento. Los personajes mienten, adoptan identidades falsas, se hacen pasar por otras personas, se lanzan amenazas o insinuaciones vestidas de conversaciones casuales, y el libro no te lleva de la manita. Tienes que leerlo tú entre líneas, desgranarlo del dialogo, muchas veces narrado sin descripciones del tono o la inflexión, e incluso sin alusión al interlocutor o a quién es el que está hablando. 

Todo esto, por supuesto, no hace sino contribuir a la atmósfera del libro, a la tensión y la incertidumbre, a ese no saber quién es una amenaza o quién está mintiendo. Me ha resultado fascinante como el hecho de no decir, de no explicar y dejarlo a la interpretación del lector, puede hacer tanto por la experiencia.

Algunas escenas resultan algo anticuadas, como las llamadas desde cabinas telefónicas, el uso de telegramas o sistemas de verificación en dos pasos de una época en la que no había móviles, y a la cabeza le cuesta un poco hacerse a ello, pero te acabas adaptando. 


Y llego por último a quizá lo mejor del libro. Porque está cargado de acción, pero no es solo una novela de acción y espías. El éxito de El Caso Bourne, lo que lo separa del resto del género, es su protagonista amnésico y como este va recuperando poco a poco sus recuerdos. 

He leído muchas novelas que juegan con la idea de un protagonista que no sabe quién es, pero ninguna lo hace tan bien como esta. 

Aparte de lo que va descubriendo a lo largo de la trama, Bourne tiene frecuentes flashes de recuerdos, pequeñas frases o una palabras suelta, insertados en medio de otras escenas, que a veces no dicen nada, a veces insinúan algo, y a veces no cobran sentido hasta mucho más tarde; pero que te permiten ir creando una posible imagen de su pasado. 

Una imagen que va cambiando mucho a lo largo de la novela. Pocos libros consiguen hacer tan bien ese juego de máscaras, en el que por un momento crees que el protagonista es el villano, para luego creer que es el héroe, y a no mucho tardar hacerle caer de nuevo bajo la lente del escrutinio y el rol de antagonista. 

Todo ello sin hacer que la novela resulte confusa o inarticulada. Narrado en tercera persona limitada, desde el punto de vista de Bourne, el libro te hace dudar, te mantiene en las sombras, te lanza indicios en una u otra dirección, pero luego te pone un capítulo o una escena desde el punto de vista de otro personaje y asienta uno de esos datos como hecho establecido; una chincheta en el esquema, que disipa parte de las dudas, pero desde la que tejer otra docena de líneas de hilo rojo. 

Otras novelas con personaje amnésico juegan con la duda al principio, pero eventualmente se desvela la verdad, y toda la duda queda olvidada. Como dos actos disjuntos. Uno en el que desconoces el pasado del protagonista y hay que averiguarlo. Otro en el que el misterio se ha resuelto y puede lidiar con el verdadero obstáculo de la trama. 

Ese no es el caso con Bourne. La amnesia y la duda persisten a lo largo de toda la novela, y cuando hay una confirmación o una revelación, es solo parcial, y solo para dar pie a más preguntas, o para hacerte dudar sobre la confianza y veracidad que se puede atribuir a quien ha revelado la información. Es un equilibrio, un toma y daca, entre dudar y saber, que se ajusta muy bien el ritmo y la tensión de la novela, manteniendo la tensión, pero dándote cimientos sobre los que construir tu imagen del protagonista. 


En resumen, que me ha gustado mucho y que si queréis una novela de acción e intriga sin pausa, esta es una buena candidata. Pero sobre todo, si queréis una novela con giros inesperados y un personaje amnésico, que no sabe quién es y que va a descubrir su identidad junto a vosotros, no sé si podéis encontrar mejor candidato que Bourne. 

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