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Yumi y el Pintor de Pesadillas | Brandon Sanderson

Yumi y el Pintor de Pesadillas, la versión de Brandon Sanderson de una novela romántica (y su favorito de las cuatro novelas secretas), está bien, pero dista de estar a la altura del resto de sus novelas. El mundo y la premisa que plantea está genial, y la relación entre los personajes es ciertamente tierna, pero el misterio en torno al que gira la novela se alarga más de lo necesario, y su resolución no consigue resultar satisfactoria.

Pero me estoy adelantando. Vayamos por partes. 

Yumi Pintor Pesadillas Brandon Sanderson

Lo mejor de este libro es el mundo que construye para la historia. O quizá debería decir los mundos. Yumi y Nikaro vienen de dos mundos distintos, a cada cual más evocativo y fascinante. 

Él viene de un mundo que recuerda al Tokio moderno, envuelto en una noche perpetua, iluminado por mágicas líneas de neón que alimentan todo tipo de tecnología moderna. Allí, las pesadillas cobran forma y acechan a la gente, haciendo necesaria la existencia de pintores que las contengan con su arte. Nikaro tiene un trabajo, una rutina, y experimenta un problema que nos es muy familiar: pese a tener opciones de entretenimiento del mundo a su alcance, se ve lastrado por la apatía y el tedio de monótono día a día.

El mundo de Yumi, por el contrario, recuerda más a un Japón feudal, muy espiritual y sin tecnología alguna, regido por estrictos protocolos de conducta. Allí el sol y el propio suelo irradian tal temperatura que las gentes caminan sobre enormes zuecos y viven en casas flotantes, y las plantas flotan a lomos de corrientes termales para alejarse del calor abrasador. Toda su tecnología depende de espíritus que invocadoras como Yumi atraen por medio de su arte: apilar rocas. Como invocadora, Yumi tiene la vida resuelta y goza de una posición de privilegio y prestigio. ¿El precio? Su libertad. Todas sus decisiones son tomadas por ella, y no se la permite ni siquiera comer o vestirse por sí misma. Toda su atención debe estar centrada en su labor. 


Esta es la premisa (o premisas) de las que parte el libro. En un momento dado, estas dos personas tan diferentes, de mundos tan sumamente dispares, se ven conectadas por los espíritus (no os voy a decir cómo), forzadas a lidiar con un mundo que les es totalmente extraño, y obligadas a cooperar para resolver un problema que ellos al principio no saben muy bien cuál es, y que yo no os voy a destripar aquí. 

Lo importante es que durante las cien o doscientas primeras páginas, el libro me tuvo absolutamente enganchado, y las ilustraciones a la acuarela no hacían sino elevar aún más la experiencia. No podía soltarlo. Incluso lo recomendé prematuramente a amigos y conocidos, sin haberlo terminado, porque me estaba encantando. Todo era nuevo, todo era fascinante, no paraba de hacerme preguntas, sobre el mundo de uno, sobre el mundo del otro, sobre la conexión entre ambos... 


Y esto me lleva a hablar del misterio que mencionaba antes. Porque el libro, una vez planteada su premisa, se apoya en dos patas para mantener la historia en movimiento y al lector cautivado. 

Por un lado, está la relación entre Yumi y Nikaro. Por otro está el misterio de como funciona esta conexión entre ambos y que relación hay entre sus mundos. Y algún astuto lector estará ahora exclamando. ¿Y la tercera pata? ¿El problema que tienen que resolver? Pues no existe. Porque ellos no saben cuál es ese problema hasta muy tarde, y simplemente intentan cosas a ciegas... pero en lo que se centra la novela es en cómo aprenden a lidiar con su nueva situación. 

Por tanto, como decía, la trama se centra en su relación, y en ese gran misterio. 

Con la trama amorosa, no tengo ninguna queja. No tiene la fogosidad del amor a primera vista en una novela rosa, ni el brusco "de enemigos a amantes" que tanto se lleva ahora, sino que se centra más en  cómo se van entendiendo, como cada uno aprende cosas del otro... en la ternura y el cariño que surge poco a poco, por el roce. 


Mi problema está en el misterio. Tarda demasiado en resolverlo y para cuando lo hace... no está a la altura de todo el tiempo que te ha tenido esperando. 

Al principio te agarra y te garra bien, eso que vaya por delante. Este libro, como todas las novelas secretas, lo he leído en lectura conjunta con mi mujer, y no parábamos de lanzar conjeturas, usando todo lo que sabemos del Cosmere, y todo lo que pudiéramos imaginar. Pero los páginas pasaban y pasaban, sin información nueva, sin nada que alimentar a nuestras teorías, haciendo que toda esa curiosidad se fuera agriando hasta convertirse en desinterés; haciendo que toda lo novedoso y evocador que tenían los dos mundos, se convirtiera en predecible normalidad. 

Y entonces llega la gran revelación, tan enrevesada que no podías haberla visto venir. ¿Sabéis cómo un buen misterio es el que, cuando te dan la respuesta, dices "claro, como no lo vi antes", porque las pistas estaban ahí, pero no ataste cabos? Este no es el caso. No hay nada que te apunte en dirección a la verdad. 

Es tan rebuscado, que después del capítulo en el que los personajes descubre en el pastel, dejándote con la boca abierta pero sin entender nada, hay un capítulo entero en el que Hoid (el narrador) para la trama y dice, «vale, a ver, que estaréis confusos, dejadme que os explique» y procede a explicártelo todo. Y es que el final es así de brusco. En un capítulo Hoid te explica todo. El siguiente es la confrontación final, y se acabó. Todo resuelto en dos capítulos. 

Pero es que para añadir sal a la herida, una vez lo explica, resulta tan evidente la fuente de "inspiración" que ha usado (y que no os voy a revelar), que ya sabes cómo va a terminar la novela. 


Lo he estado pensando, porque tengo la misma sensación con las tres novelas secretas que van hasta la fecha, y quizá es que Sanderson no es tan bueno escribiendo este tipo de novelas de longitud intermedia. 

Cuando lees su ficción corta, de cien páginas, como El Alma del Emperador, no llegas a salir de esa sensación de fascinante descubrimiento que estas novelas secretas transmiten en sus compases iniciales. Y cuando lees su ficción larga, como El Archivo de las Tormentas, todo ese desarrollo de cientos de páginas, esos misterios que te han tenido en vilo durante días, se ve culminado en un pedazo de final de doscientas páginas, en el que todo lo que se ha establecido a lo largo de la historia tiene relevancia. 

En este tipo de novelas, tenemos casi cuatrocientas páginas de desarrollo, lento, pormenorizado, cargado de detalles... resueltos en apenas veinte, dando lugar a un final muy anticlimático. 

No sé, es solo una teoría...


En suma, el libro está bien, la premisa que plantea es fantástica, disfruté mucho de ella, y estéticamente es una preciosidad, con las ilustraciones interiores... Pero el final es un tanto abrupto, enrevesado y anticlimático, y me ha dejado bastante frío. 

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