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The First Binding | R. R. Virdi

Nunca terminar un libro me había supuesto semejante esfuerzo. Innecesariamente largo, dolorosamente lento, insufriblemente aburrido y falto de originalidad, este libro ha sido —¿para qué negarlo?— una tortura. Una que he terminado por orgullo torero y poniendo el audiolibro a velocidad x2, porque no había manera. 

First Binding Virdi

El libro es una mezcla —y digo mezcla, pero debería decir copia— de El Nombre del Viento y Las Mentiras de Locke Lamora, el doble de largo y, por supuesto, carente de todo el carisma y personalidad de los libros en los que se "inspira". 

Un hombre llega a una taberna y decide una noche contar su historia, de cómo se ganó el nombre de asesino de príncipes, y el inquemable, y demás... vamos, la misma premisa que El Nombre del Viento, pero mucho más forzada, porque aquí la cuenta solo porque una chica guapa se lo pide. Entonces el libro da un salto al pasado, y vemos a un miembro de una compañía teatral cuya familia es asesinada por extrañas criaturas —como Kvothe de El Nombre del Viento—, que luego se convierte en un huérfano, acogido en una banda de niños ladrones —como Locke, de Las Mentiras de Locke Lamora—, pero resulta que es demasiado listo para su propio bien y roba demasiado —como Locke, otra vez—, y eventualmente deja de esa vida y va a la universidad, a aprender magia —como Kvothe—, allí hace amigos y enemigos, y las pasa canutas para costearse los estudios, y los profesores no quieren enseñarle, pero hay un excéntrico profesor en concreto que sí —como Kvothe—, y eventualmente llega hasta la corte y participa en un protocolo de intercambio de broches —como el intercambio de anillos de Kvothe en El Temor de un Hombre Sabio—, y vais viendo el patrón, ¿no? La única diferencia es que el telón de fondo es de ambientación oriental, en lugar de la Europa medieval... 

Y todo esto sin que el personaje despierte ninguna simpatía. Ari no resulta especialmente astuto, o inteligente, o brillante, o creativo. Él dice constantemente que lo es, y no se cansa de ensalzar sus virtudes —además de aleccionarnos una y otra vez con su amplio acerbo sobre el mundo y la condición humana—, pero todo eso debe ocurrir offscreen, porque como lectores nunca llegamos a verlo. Lo único que he visto es un arrogante e insufrible bocazas de personaje al que las cosas le salen bien (o mal) porque sí, por exigencias del guión. Todo se le da bien, para todo es un bueno y no tiene ningún defecto. Locke Lamora es un carismático genio de la manipulación y el engaño, pero físicamente es un tirillas, que necesita de su buen amigo Jean Tannen. Ari no necesita a nadie, el es el genio, el mentiroso y un maestro esgrimista. Kvothe tiene una mente como el acero de Ramston, increíblemente poderoso, y capaz de más particiones que sus coetáneos, pero también frágil. El libro lo establece una y otra vez. Ari no tiene ese problema. Su mente es más poderosa y capaz de más particiones que cualquiera de los otros personajes —otra cosa copiada, digo inspirada—, pero no tiene que andarse con cuidado por si se quiebra. Otros se han vuelto locos por hacer las cosas que él hace, el libro lo muestra, pero él no, él no manifiesta síntoma alguno. 

Sin embargo, hay algo que me ha resultado aún más molesto que el personaje y su inverosímil ristra de talentos y falta de defectos; más que la falta de originalidad y lo predecible de la trama, y es lo aburrido que resulta todo. El libro es como una canción tocada en una sola nota, absolutamente monocorde. Manifiesta el mismo nivel de intensidad en una pelea, en una conversación, o en un paseo por el campo; es decir, ninguno. Todo se describe en el modo más general, vago y distante posible. No hay emoción, no hay sentimiento. Y luego se enfanga en detalles de lo más irrelevantes, como el olor de un guiso o el sabor de una bebida, independientemente del momento de la trama, y no tiene ningún sentido del ritmo de una novela. No hay un crescendo hacia el final, ni altibajos, ni nada. Las cosas simplemente... pasan. Hay un capítulo, un capítulo entero, a apenas unas páginas del final, dedicado a regatear el precio de una habitación y discutir la tasa de cambio entre las monedas de dos países distintos. ¿Estamos de coña? ¿En qué cabeza cabe, que el puente entre enfrentarse a monstruo de leyenda y planear asesinar un príncipe sea una conversación de veinte minutos sobre tasas de cambio?


En resumen, el libro no me ha gustado nada, me parece una copia mala y barata de dos novelas  infinitamente mejores, y no puedo recomendarlo, para nadie, bajo ninguna combinación de circunstancias. Mal, mal, mal. 

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