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Leviathan Falls (The Expanse #9) | James S. A. Corey

Aunque no puedo negar que me haya gustado, la última entrega en la saga de The Expanse no ha sido lo que esperaba. Más que un épico y ambicioso final, tiene ese aire de despedida y cabalgata hacia el sol poniente. Ya tuvimos nuestra gran confrontación final con el Asedio de Laconia, al final de Tiamat's Wrath. Este libro es lo que queda después. Como un epílogo para la saga. 

Leviathan Falls Expanse James Corey

Como ya os podréis imaginar, el libro es lento, sin mucha acción ni grandes batallas, y poco o nada de los tácticos enfrentamientos de torpedos, PDCs, cañones de riel y demás a los que nos tiene acostumbrados. Pero no porque no haya peligros, ni luchas que luchar. 

En lo que este libro difiere del resto de la saga es en lo abstracto del obstáculo, del enemigo. Hasta ahora todo ha sido gente disparando a gente, o naves disparando a naves; incluso cuando había peotomolecula de por medio, era algo físico, tangible, algo que podíamos imaginar: Eros —un asteroide— en picado hacia la Tierra. Zombies espaciales. Flora y fauna alienígena. 


Ahora nos enfrentamos a los monstruos más allá del espacio de las puertas, un enemigo que ni tiene forma ni ubicación concreta y que puede —o no, no se sabe— hacer casi cualquier cosa, incluso alterar las leyes de la física, en cualquier momento, en cualquier lugar. Y los ataques no son con misiles, o garras, o rocas... son asaltos a nivel cognitivo.

No me entendáis mal, me ha gustado mucho el planteamiento que hacen de las mentes colmenas, lo invasivas que puede resultar, lo difícil que es resistirse a ellas, y las estragos que dejan en la psique de los personajes. Creo que, para algo tan abstracto y complejo, los autores hacen un trabajo excelente a la hora de reflejar lo que supone, a nivel emocional, que fragmentos de otras personalidades, de otras vidas, se filtren en tu memoria; la confusión de no saber que recuerdos son tuyos, de no saber realmente quién eres; y el miedo que impone saber que alguien, cualquiera, ha participado de tus más recónditos y privados secretos, algo que llegan incluso a comparar con una violación. 

Sin embargo, por interesante que resulte, y por mucho que haya celebrado ese momento de reivindicación y rebeldía final de «he sido esto durante 30 años, pero antes de eso ya era yo», reconozco que no es un conflicto o una situación que de pie a una gran escena de lucha o a la tensión del ir y venir de una batalla. Creo que, simplemente, hay que saber a lo que vas con este libro. Como dije al principio, la gran batalla tuvo lugar al final del octavo libro, y esta última entrega es el «después».


Una cosa que me ha gustado mucho son los paralelismos que traza con el primer libro, cerrando un círculo que va más allá del título. No entro en detalles, por motivos obvios, pero que sepáis que está todo muy bien atado. Y la amarga ironía del final... perfecta. 

El final, debo decir, me ha dejado una sensación amarga, una mezcla entre el final agridulce y el vacío que supone poner fin a una saga. Llevo con estos personajes desde la universidad y siento que, al terminar este libro, un importante capitulo termina. Y aunque no haya sido tan trepidante e intenso como esperaba, ha sido un final muy grato, que me ha dejado ganas de volver a leer la saga desde el principio... y si un final que te deja con la lagrima colgando en el canto del ojo, un vacío en el estómago y ganas de volver no es un buen final, yo no sé qué lo es.

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