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La Sabiduría de las Multitudes (La era de la locura #3) | Joe Abercrombie

Aunque dista de ser el mejor libro en el universo de La Primera Ley, La Sabiduría de las Multitudes es un libro del que he disfrutado con avidez, especialmente en la segunda parte, en cuya lectura he tenido que forzarme a parar, y con un final, creo, más que adecuado para la saga. 

Sabiduría Multitudes Joe Abercrombie

Llegados al décimo libro de una saga, no voy entretenerme en cosas que, si habéis llegado hasta aquí, ya sabéis. Para mí, el libro se divide en dos partes bastante claras. La primera gira, desde el primer capítulo, en torno a la revolución proletaria en la Unión; el temido y auspiciado Gran Cambio, y es justo como cabría esperar. Es Valbeck otra vez, el mundo en llamas, pero a mucha mayor escala. 

Si esa parte de Un Poco de Odio os gustó, esta os va a gustar. Si medio libro de caos, injusticia, sangre, vandalismo y más caos os parece demasiado... es porque quizá lo sea. A mí me ha gustado, pero sé que hay a quien no. 

Para mí, lo que va en detrimento de esa primera parte no es la debacle y el caos absoluto de la situación, sino que no hay ningún protagonista que forme parte del Gran Cambio. Todos van contra él, y quedan arrollados por las circunstancias. Ven lo que pasa, experimentan —y sufrimos con ellos—, la locura de esta parte del libro, pero no toman parte activan en la trama. Son otros —Jueza, Risinau, Pike—, quienes hacen avanzar la trama. 

La segunda mitad es cuando, para mi gusto, Joe se remanga la camisa y el libro cobra toda su fuerza. Ahí es cuando los protagonistas deciden tomar el timón de la situación, y la novela nos lanza de lleno a una frenética sucesión de tramas, conjuras, engaños, traiciones y conspiraciones. No hay grandes batallas en este libro, solo puñaladas por la espalda, ya sean literales o figuradas. 

¿Había cosas que se podrían haber visto venir? Sí, en parte. Cuando Glokta se retira en el libro anterior —algo poco propio de él—, y está desaparecido durante más de trescientas páginas, sabes que no ha desaparecido. Algo trama, algo está haciendo. Lo que no sabes es exactamente qué. Y lo mismo puede decirse de Bayaz. No creo, para nada, que los giros finales de este libro sean predecibles, y desde luego, a mí varios me han pillado muy por sorpresa. 

Y esto nos conduce hasta el final. Es un final amargo, como todos los de este autor, en el que descubrimos que no hay héroes, sino tolerables villanos, que no hay causa justa, y que ningún buen acto queda sin castigo. Hay personajes que acaban peor de lo que empezaron. Hay personajes que cumplen todos sus objetivos al principio de la trilogía y aún así son unos amargados; otros, que solo abandonando lo que perseguían al principio de Un Poco de Odio, alcanzan unas migajas de felicidad. 

Personalmente, me ha encantado ver la culminación de arcos narrativos tan distintos, en una ambientación que es, por definición, cruda e injusta. Hay arcos de redención, villanos convertidos en héroes y héroes en villanos. El autor tiene mucha mano para hacer cambiar a los personajes, y para jugar con la percepción que el lector tiene de ellos. Haciendo que, personajes a los que odiabas, ahora llores sus desgracias, y aquellos a los que coreabas en libros anteriores, te den ganas de abrir el libro, entrar en las páginas y partirles la cara. 

El libro termina con unas cincuenta últimas páginas que parecen dedicarse más a sentar las bases para una secuela que a cerrar los hilos de esta, pero creo que el último capítulo, ahora visto en retrospectiva, esa última escena, es la forma perfecta de cerrar la saga; de mostrarnos que la vida es un continuo, y que depende de en que momento pongas el rótulo de «fin», el final puede ser feliz, o triste. Es solo cuestión de con que momentos decidas quedarte. 

A mí me ha encantado. Tanto el final como el libro me han dejado muy buen sabor de boca, con ganas de leer más, pero sin dejarme por ello colgando, y creo que eso es muy importante. Recomiendo estos diez libros, uno detrás de otro —quizá saltándome Tierras Rojas—, y este mundo, a cualquier lector de fantasía, siempre y cuando tenga el estómago para toda la sangre y la violencia.   

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