Terminé ayer este libro, justo a tiempo para que no interfiera con Nanowrimo, y para ser un libro indie autopublicado, me ha sorprendido muy gratamente.
El libro sigue a dos generales en extremos opuestos de una guerra santa. Ambos creen que su fe es la verdadera, ambos creen que su causa es la justa, y ambos están dispuestos a cruzar cuantas líneas sean necesarias con tal de ganar. Además, ambos se ven lastrados por luchas tanto internas como externas, e intrigas políticas que persiguen agendas completamente ajenas a la guerra.
Narrada en primera persona desde el punto de vista de cada uno de los generales, esta es una premisa fantástica que nos muestra la cara más cruda de la guerra y cómo ninguna de las partes está en absoluta posición de la verdad o la justicia. Ambos tienen parte de razón y motivos para justificar lo que hacen, y, al mismo tiempo, ambos están equivocados respecto al bando opuesto, cegados por disputas religiosas y prejuicios.
A partir de ahí, la trama se complica, con traiciones, venganzas, bandos que se dividen en facciones, crisis de fe, intervenciones divinas, magia, y una ciudad que cambia de manos más veces de las que puedo contar.
Personalmente, preferiría que la trama hubiera quedado a un nivel más terrenal, porque el sistema de magia no se explica mucho (por no decir nada) y cuando empezamos con milagros e intervenciones divinas, es fácil caer en soluciones deus ex machina. Dicho lo cual, el final del libro apunta a una verdad subyacente, de todo lo que hasta ese momento se ha tratado como magia o religión, muy interesante. Y si la segunda parte va por donde creo que esto apunta, puede ser un libro con mucha miga.
Los paralelismos entre los protagonistas, que van mucho más allá de lo que pueda parecer a primera vista, me han gustado mucho. Sus voces narrativas podrían haber sido más distintas —si no fuera por el contexto y porque lo pone al principio del capítulo, no sabrías quién de los dos está narrando—, pero tampoco impida disfrutar el libro. Simplemente, es una de esas cosas que le falta para ser redondo.
El libro también tiene muy buenas reflexiones morales, generalmente en boca de personajes secundarios, que asesoran o oponen a los protagonistas. Hay una escena en concreto, de esas que te abren los ojos: uno de los personajes plantea la pregunta sobre las verdaderas diferencias entre ambos bandos, y nadie es capaz de dar una respuesta satisfactoria. Otras cuestiones que se plantean, y que me han parecido muy alineadas con la trama, son si merece la pena el sacrificio de unos pocos para salvar a muchos, y si merece la pena ganar, cuando la única forma de hacerlo es cometer los mismos horrores que tratan de combatir; me han parecido muy bien llevadas.
Respecto a la prosa y el estilo, hay veces en que el libro está muy bien escrito, y otras en las que da la impresión de que aún se podría pulir un poco más. No hay nada que pueda señalar con el dedo y decir «ese es el problema», es más una sensación, un cúmulo de pequeñas cosas. Una transición demasiado brusca aquí, algo que podría haberse explicado y desarrollado más allá, giros narrativos que no tienen el peso que deberían tener. Como parte de la historia en sí, son cruciales, pero la prosa no hace ahínco en ello, no lo deja caer como una bomba, sino que lo describe igual que en otro capitulo describiría el sabor del hachís que están fumando.
También me hubiera gustado que se hubiera inspirado menos en la historia real, o que lo hubiera disfrazado un poco más. Desde el primer momento, es evidente que la ciudad de Kostany, donde se desarrolla la trama, con sus impenetrables muros marinos, es Constantinopla. La identidad de los bandos resulta igual de evidente, llegando incluso a emplear terminología muy específica del mundo real, como jenízaros o ghulams, para referirse a soldados de un mundo ficticio.
En cualquier caso, el libro me ha gustado, y creo que tal y como termina, la trama (y el autor) puede tener mucho recorrido. Si queréis dar la oportunidad a un libro indie, esta es una muy buena opción.
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