Este libro tenía todas las papeletas para conquistarme y, de hecho, durante los compases iniciales llegué a pensar que iba a ser una de las lecturas del año, pero a medida que pasaban las páginas, la cosa se fue viniendo abajo. Os cuento cómo y porqué. El libro está narrado en primera persona (un punto de vista que cada día me gusta más) por un protagonista sarcástico y mordaz; un bribón, que lanza palabrotas e insultos como si fueran flechas; un mentiroso consumado, que dedica casi tantas palabras a contarnos lo que está pasando, como a sacar punta a las cosas y hacer comentarios ácidos al respecto. Un embustero que llega, incluso, a admitir mentir en sus narraciones para quedar mejor, o para protegernos de los aspectos más escabrosos de sus aventuras. Su cinismo y descaro resulta el punto de vista perfecto para un mundo decadente, cargado de matices y detalles, que logra resultar único y diferente en su cruel miseria. El personaje, y esto no deja de ser buena parte del lib...