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Dracula | Bram Stoker

En la reseña de hoy tenemos todo un clásico: Drácula. Un libro que empecé a leer por halloween y en preparación para La Maldición de Strahd. ¿Me ha gustado? Sí, el final me ha tenido completamente enganchado, mordiéndome las uñas incluso. Pero también ha habido partes que me han resultado bastante aburridas y predecibles. Y ese es el problema de los clásicos: es muy difícil juzgarlos con nuestros ojos de siglo XXI, cuando fueron escritos hace más de cien años (se dice pronto). Hoy en día todos sabemos lo que es un vampiro, qué puede hacer, qué debilidades tiene... pero en 1897...

Dracula

Para mí, este libro se divide en tres partes. Primero, tenemos el viaje de Jonathan Harker al castillo de Drácula en Transilvania. Esta parte está genial. Es tétrica, oscura, escalofriante... todo terror y ambientación, que, sin necesidad de ser explícita, te pone los pelos de punta. Esto era lo que esperaba del libro por haberlo estudiado en literatura en el colegio, y creía que buena parte de la novela, si no toda, iba a transcurrir en el castillo, cuando la realidad es una especie de prólogo que se extiende solo a las primeras cincuenta páginas o así. 

Luego la acción se traslada a Inglaterra, y entramos en la segunda parte de la novela, que es la que me ha parecido más aburrida. Durante doscientas páginas, el libro trata de crear un misterio en torno a una serie de extraños sucesos con lobos, murciélagos y mujeres paliduchas. El problema es que para el lector de hoy en día resulta meridianamente obvio lo que está ocurriendo. Pero el misterio se alarga, y se alarga, y se sigue alargando hasta la saciedad, con los personajes haciendo gala de una infantil inocencia. "Tenía dos agujeritos en el cuello... debió de pillarse con el imperdible de la capa". "Me pareció que le crecían los colmillos, saliéndosele fuera de los labios, pero debió ser un truco de la luz". Cosas así. 

El único que, como el lector moderno, sabe lo que está pasando, es Van Helsing, quien, en aras de preservar el misterio, una y otra vez se niega a compartir información con el resto de personajes, lo cual resulta, debo decir, bastante frustrante. Y no ayuda el hecho de que, a excepción de Van Helsing, los personajes en esta sección del libro sean completamente pasivos; meros testigos de los acontecimientos. A punto estuve de dejarlo a medias, no digo más. 

Por suerte, el libro remonta en las últimas doscientas páginas. Desde el momento en que Van Helsing comparte la verdad con el resto de personajes, y estos empiezan a actuar en lugar de solo observar, la novela da un giro de trescientos sesenta grados. El misterio está resuelto, y entramos en una trepidante tercera parte, cargada de tensión, acción y angustia que, como he dicho, me ha mantenido enganchado hasta volver la última página. 

¿Se compensa lo uno con lo otro? Es difícil decir, pero al menos ahora tenéis la información, y algo que os anime a seguir durante esas páginas centrales. 


Por supuesto, no se puede hablar de este libro sin mencionar el estilo epistolar, y la forma en que este transmite el terror gótico. Yo hace años era escéptico respecto al género epistolar porque, ¿cómo va a haber tensión si todo se narra en retrospectiva? Si un personaje te cuenta que estaba en peligro, pero está escribiendo esto en su diario, es que todo sale bien, ¿no? Bueno, pues no es así. Es más que posible crear tensión y angustia por medio de cartas, notas y entradas de diario, y este y otros libros lo demuestran. 

Pero quizá lo que más me ha sorprendido es la forma de narrar escenas horripilantes sin resultar desagradable. He leído libros más que explícitos, hasta el punto de revolverme las tripas y tener que cerrarlos, pero este no es el caso. Ocurren cosas de lo más mórbidas y tétricas, pero el narrador no se explaya en ellas. A veces, en los momentos más dramáticos, les dedica un párrafo a lo sumo, pero otras veces se limita a una frase, así como de pasada, que te deja un sudorcillo frío en la espalda, pero sin resultar desagradable. 

De hecho, el foco de la historia no está tanto en las acciones de los personajes propiamente dichas, sino el miedo, el horror, la angustia, el trauma o la determinación que experimentan. Esto juega tanto a favor como en contra del libro, pues hace más tensas esas páginas finales, pero llena el fallido misterio de la sección central de exasperantes preguntas cuyas respuestas son sobradamente conocidas. 


¿Recomiendo entonces este libro? Jain, como dicen los alemanes. Creo que es un libro que quien le guste el terror gótico o la literatura clásica debería conocer, y ya digo que el principio y el final están genial, pero soy reticente a recomendarlo abiertamente, porque lo cierto es que todo el misterio y la intriga han envejecido bastante regular, no por demérito del libro, sino sencillamente porque las respuestas son ahora vox pópuli. 

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