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The Burning White (Lightbringer #5) | Brent Weeks

Como este es el último libro de una saga, no voy a entretenerme en hablar de personajes, ni del sistema de magia, ni de worldbuilding... no. Si has llegado hasta aquí, si has leído los cuatro anteriores, o has leído las reseñas de los cuatro anteriores, solo hay dos cosas que importen: revelaciones y resoluciones. Así que vamos a ello.

Burning White Weeks

Lo primero, revelaciones; secretos que salen a la luz, respuestas largo tiempo esperadas. Esta es una saga caracterizada por sus giros narrativos —el primer libro, The Black Prism, tiene, quizá, el mejor plot twist que he leído nunca—, y con una trama marcada por acontecimientos que tienen lugar décadas antes del primer capítulo, hay muchas preguntas a las que responder. 
Me alegra mucho decir que The Burning White las responde todas; incluso algunas que ni siquiera me había planteado. Va dejando caer cositas aquí y allá, usando las lecturas de las cartas de Kip como flashbacks, pero hay un punto, hacia la mitad del libro, que te vuela la cabeza. De esos que dan ganas de volver a leer el primer libro para ver todo desde esta nueva perspectiva. 
Que sea la tercera vez a lo largo de la saga que el autor cambia nuestra percepción de todo el pasado, no le quita efectividad, ni mérito. Todo lo contrario. Es fascinante cómo conocer pequeños matices nos hace entender de forma radicalmente distinta unos hechos que se han narrado y referido infinidad de veces, pero de forma distinta, por distintos personajes. 

Y ahora, resolución; las grandes batallas, los duelos, los cara a cara... las muertes, las derrotas y las victorias. La segunda mitad de este libro es todo una gran batalla, más de cuatrocientas páginas en las que todo confluye, con tantas piezas en movimiento, y tantas cosas pasando en todas partes, al mismo tiempo, que, para mi grata sorpresa, no resulta monótono, ni aburrido. 
Este es un ejemplo perfecto de cómo mantener la tensión a lo largo de muchas páginas, y representar las idas y venidas de una batalla a tan gran escala. Un capítulo unos personajes dan un paso adelante, al siguiente, otros personajes, en el otro extremo de la ciudad, sufren un brutal batacazo. Brutal. 

Dicho lo cual, y a pesar de lo mucho que me ha gustado esa gran batalla como resolución global, a nivel particular, personaje a personaje, hay cosas que me hubiera gustado ver de otro modo. 
No negaré que hay escenas verdaderamente épicas, momentos de apretar y alzar el puño, y pasajes absolutamente dramáticos y devastadores, pero también hay cosas en las que me gustaría que el autor le hubiera echado valor y hubiera ido un paso más allá.
No voy a mencionar nombres, no quiero hacer spoilers, y puede que os queráis saltar este párrafo, pero... —luego no digáis que no os he dado ocasión de saltároslo—. Como decía: pero, cuando matas o lisias a un personaje, cuando un héroe lo abandona todo y se sacrifica por los demás, pero luego en realidad es que no y no hay consecuencias... pues me siento un poco engañado. 


Como conclusión, el libro me ha gustado mucho. Todos los secretos que salen a la luz, relativos a lo que ocurrió con Gavin y Dazen, dan un giro radical al mundo y la historia; y la batalla final tiene absolutamente de todo, dando protagonismo a todos los personajes, sin olvidar a nadie. 
Me hubiera gustado ir un paso más allá, para dar un tono mucho más dramático y de mayor impacto a la conclusión de esta saga. Pero igual soy yo, que me gustan los finales agridulces. 
Eso sí... ese secretito al final... guau... simplemente guau. Y ahora no voy a poder evitar buscarlo en cada libro que lea.


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