Hacía ya tiempo que quería leer los libros de Terramar y, la verdad, este primero me ha sabido a muy poco. No puedo decir que el libro esté mal, ni nada parecido, y hace cosas bastante originales, pero la historia no engancha, no es trepidante, no tiene intriga, ni tensión, ni misterio... el protagonista es bastante genérico, igual que el sistema de magia. Sé que es un libro de hace medio siglo, pero aún así.
Si tuviera que hacer esta reseña lo más corta posible, diría que el libro es muy meh, sin más. No está mal, pero no tiene nada memorable, o que lo haga destacar, no entre el saturadísimo genero de la fantasía de casi 2022.
Ahora, si queréis algo más elaborado, podéis seguir leyendo, pero tampoco es que haya mucho que contar.
¿Qué me ha gustado? Porque hay cosas que me han gustado. Pues fundamentalmente la ambientación. Este es un mundo donde los magos abundan, hasta el punto de que cada pueblo tiene uno, y eso ya hace que todo sea distinto. La gente está habituada a la magia, e incluso la da por sentada para muchas cosas. Además, que la acción se desarrolle en un archipiélago en lugar de un continente, hace que la historia se desenvuelva de forma distinta a lo habitual, con especial relevancia en las travesías marítimas, y con pueblos, culturas y paisajes de lo más dispares, gracias al aislacionismo al que invita esta geografía. Al final, cada isla es un mundo en sí mismo.
¿Qué ha fallado entonces? Para mí, dos cosas. Primero, la historia ha envejecido fatal. Niño de pueblo pequeño acude a academia de magia, hace amigos y rivales, la lía gordísima, se gradúa, corre aventuras, etc, etc... A esto le sumaos el hecho de que la magia carezca de reglas sólidas, y es que cada vez llevo peor los sistemas de soft magic. Que al final el llegue y se enfrente al villano y gane porque sí, porque toca, porque ahora su magia es más fuerte aunque no haya hecho nada distinto o especial para merecerlo, pues solo consigue una ligera elevación de hombros por mi parte, o quizá un sardónico suspiro.
Y lo segundo, el estilo de narración. La historia está contada como si la contara un cuentacuentos que ya conoce el final de todas las historias. De hecho, a veces hace elipsis temporales al futuro, del tipo, "y pasaron frente a las murallas de tal sitio, donde él no pondría pie hasta veinte años más tarde, después de haber logrado esto y lo otro". De igual modo, otras veces omite cosas que los historiadores y cuentacuentos no podrían saber, como por ejemplo "Entró en este sitio, pero de lo que allí ocurre no habla ningún mago, así que nada se sabe, solo que salió tanto tiempo más tarde y con estas pintas", o cuenta distintas versiones de un mismo hecho, pues las fuentes y las historias, pasadas de boca en boca, no se ponen de acuerdo.
Esto al principio me pareció hasta bien, una forma diferente de contar las cosas, pero poco a poco me fui dando cuenta de dos problemas: primero, saber cómo acaban las cosas, no solo el protagonista, sino los personajes secundarios o incluso los lugares, quita mucha incertidumbre a una trama que ya tiene muy poquita tensión de por sí. Y segundo, es agotador. Toda la novela tiene el mismo ritmo, independientemente de si es una secuencia de acción, un momento tierno, un viaje, una transición. Todo es igual. Es como una canción con un solo tono, con una sola nota. Ugg... vas pasando páginas y es que entras en encefalograma plano y no sabes ni lo que estás leyendo.
¿Y sabéis lo que es echar en falta diálogos? A mí es algo que nunca me había pasado. El 99% de las conversaciones se narran en estilo indirecto, que es algo que encaja con una historia transmitida de forma oral, en la que los detalles concretos se han perdido, pero hace tan fríos a los personajes, todo tan distante... En conclusión, como ya había dicho, meh...
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